“Un jam universal”, Teto Ocampo

Ernesto ‘Teto’ Ocampo. Fotografía de Carlos Solano.

Ernesto “Teto” Ocampo. In memoriam (1969-2023)

Texto y entrevista © Sara Ríos y Juan G. Sánchez M.

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Los grillos y las cicadas despiertas en la noche, las semillas acompañando el ritmo de la selva, y de pronto una flauta dulce, el aliento de los hombres vibrando dentro de la caña, esa música que nace del anhelo de acompañar la vibración de la tierra, la percusión de la selva Amazónica. Estas son algunas imágenes que atraviesan a quien escucha por primera vez “La llamada”, el primer tema del álbum “Copoazú” de Hombre de barro, de los músicos colombianos Ernesto “Teto” Ocampo, Urián Sarmiento y Juan Manuel Toro. No hay partitura para seguir este ritmo paleofuturista, solo la improvisación, el silbido, la intermitencia, el soplo. 

El proyecto Hombre de barro fue el que nos llevó a entrevistar a Teto, en su casa del barrio La Candelaria en Bogotá a mediados de junio de 2015. Nuestra intención entonces era publicar la entrevista ese mismo año con una reseña del álbum, pero nunca nos sentamos a organizar el material. Quizás entonces no alcanzábamos a entender las ideas que Teto nos estaba compartiendo. Pasaron los años y Teto falleció en 2023. Hoy recobramos la grabación de la entrevista y compartimos y comentamos algunos fragmentos en este homenaje de Siwar Mayu a Teto Ocampo y Hombre de barro

Teto era compositor, arreglista, e intérprete de la guitarra y la flauta sharu. Tanto para el lector que recién conoce la obra de Teto Ocampo, o para quien lleva años disfrutando sus proyectos, al final es su música la que mejor explica quién era este músico de Río de Oro, César (Colombia): del folclor colombiano de La Tierra del Olvido de Carlos Vives al jazz paleofuturista de Hombre de Barro y Mucho Indio, pasando por el rock tropical de Bloque de Búsqueda y la cumbia electrónica de Sidestepper

↳ “Hasta siempre Teto” es un homenaje de Carlos Vives a su amigo

Teto Ocampo era también, o sobre todo, un improvisador, como lo enfatizó en nuestra entrevista: “Cuando uno improvisa, solo puede tocar lo que toca, lo que sabe tocar”. Para Teto, en el arte de la improvisación, el sonido es libre, se conecta con el instante, como si una voz le estuviera dictando al músico lo que sigue. Teto improvisaba, según nos explicó, no solo sobre escalas, sino sobre modos y fraseos; improvisaba como dejándose llevar por un río, improvisaba “jugando música”, no “tocando música”. 

Es justamente la improvisación la que inspira el álbum “Copoazú” de Hombre de Barro: “básicamente somos unos amigos músicos –nos dijo–, buenos músicos, quienes gustan de tocar juntos (…) Nosotros somos músicos de la música. Somos improvisadores. Eso nos viene en gran parte del jazz.”. En el año 2013, Ernesto “Teto” Ocampo, Urián Sarmiento y Juan Manuel Toro se reunieron para tocar juntos en la selva: “Nos fuimos una semana, estuvimos en una maloca, eso es como la civilización (…) después nos fuimos a la mitad de la selva, donde no hay nada y organizamos allí un campamento con un estudio de energía solar, entonces podíamos grabar y grabamos muchas tomas de muchas cosas, muchas horas, todos los días, durante una semana.”

↳ AQUÍ Puedes escuchar el álbum “Copoazú” de Hombre de Barro 

El álbum se grabó con la ayuda de Wuapapura Music Stream Earth, quienes cuentan con un estudio móvil solar para grabar en espacios naturales, y con la Fundación Raíces Vivas, un proyecto que trabaja con las comunidades indígenas del trapecio amazónico, quienes facilitaron el diálogo intercultural y los permisos para el encuentro con la comunidad tikuna de Puerto Nariño (Amazonas, Colombia). Sobre el resultado, Teto reflexionó en la entrevista: “Nos sorprende eso que suena ahí. Ni nos acordamos que tocamos eso. Muchas fueron improvisaciones, digamos, inspiradas en ese ambiente que había (…) Más que un intercambio, son los músicos encontrándose con la selva (…) El hecho de estar ahí y tocar fue una performance espiritual”. 

Cuando uno escucha “Copoazú”, uno queda con muchas preguntas, como por ejemplo, cómo fue la decisión de emprender ese proyecto, o cuáles eran las motivaciones de los músicos. Esto fue lo que Teto nos compartió: “Interesante eso de ir y hacer música con el jaguar. Hacer música con la guacharaca y todos esos pájaros e insectos. Fue super lindo. Cuando entramos en trance con ellos, era increíble. En las noches era tremendo”. La inmersión en la Amazonía fue precisamente un encuentro con la música que hay en la cotidianidad de las comunidades de la selva. Además del batir de las alas, o de la fricción de las patas de las chicharras, algunas canciones de “Copoazú” cuentan con el contrapunto de canciones tikuna, interpretadas por Doña Alba Lucía, específicamente relacionadas con la cosecha del chontaduro (cuando se va a buscarlo, cuando se corta, cuando se prepara), y con la semilla del huito, de donde se extrae la pintura corporal. 

Como se puede ver en el video preparado por Wuapapura (ver abajo), antes de internarse en la selva, los músicos trabajaron toda la noche rayando el huito. Con su jugo, la abuela tikuna les pintó el cuerpo, y les entregó sus clanes.  “Es como untarse un mango”, nos dijo Teto riendo. El clan de Teto era la hormiga, según nos contó. A medida que va pasando el día, la pintura se va poniendo oscura, hasta que por la noche es “negra negra”. Según nos explicó Teto: “Eso se hace para entrar a la selva. Eso se hace para protegerlo de las plagas, y así la selva lo reconoce a uno. Si uno no tiene una actitud espiritual y de respeto, la selva lo puede matar, escupir…”

↳ Este video fue producido por Wuapapura, y reúne algunas imágenes durante la grabación de Copoazú en Puerto Nariño. 

¿Cómo cambia la vida después de una semana en medio de la selva?  ¿Qué queda, qué imágenes, qué sonidos, qué pensamientos? Esto fue lo que nos dijo:

“Cambia la vida… solo queda agradecer. No ser nada, una hormiga más en ese mar verde. Uno aquí también [en Bogotá] es todo independiente, anda solo por ahí, no le importan los amigos. No, allá no, si uno se pierde, se queda solo, no…, allá lo mejor es poder estar con los amigos. El fuego, por ejemplo, se vuelve muy importante. Muchos aprendizajes.” 

Teto Ocampo

¿Existía algún concepto antes de grabar?, esa era otra de las preguntas que traíamos, a lo que Teto nos aclaró que la música que escuchamos en el álbum es el producto de lo que emergió junto con el ambiente sonoro de la selva. Unas canciones nacieron allá y otras se construyeron con arreglos y partituras que llevaban de la ciudad. En ambos casos, los sonidos de “Copoazú” parecen imitar los sonidos de la selva o, por lo menos, entrar en el mismo ritmo. Así lo explicó Teto:

“Ese era el ejercicio que íbamos a hacer. Nosotros estamos conscientes de que el universo está haciendo música todo el tiempo. Cada minuto hay una música, y uno puede atraparla. La música va pasando por aquí, por la vida, entonces todo lo que hay, un señor que martilla, la campana de la iglesia, el perro que pasó. Hay unas cosas que se oyen más fuerte que otras, el martillo se oye más fuerte, el perro tiene unas almohaditas en las pies y ahí camina, pero también está sonando, solo que uno no lo alcanza a oir así de golpe, pero el perro va a un ritmo que necesitó porque allá hay una cosa, el otro señor va a un ritmo que necesita porque allá no sé qué, aquí paró la buseta y entonces pita el del otro lado, y así todo conectado. Y aparte de eso, no es solo el sonido, es todo, es la paz, el amor, la luz, la tranquilidad, la inseguridad, son oleadas cósmicas que no están solo en la tierra, ¿no? Y eso es un poder tremendo de curación si uno logra entrar en este ritmo. La música es esa posibilidad de curarse, y de curar al resto. Y esa es la manera, haciendo que uno pueda entrar, y que la gente pueda entrar en ese jam universal.” 

Teto Ocampo

El día que entrevistamos a Teto, le había llegado el archivo remasterizado del segundo disco de Mucho Indio, otro de sus proyectos colectivos. Al finalizar la entrevista, nos dejó con su música y, ahora que lo pensamos, quizás fuimos algunos de los primeros en escuchar el álbum. Está inspirado en las músicas ancestrales de los pueblos Ikv, Wayuu y Nasa, y salió con partituras y escritos paleofuturistas; la metodología que usaba Teto.

Esto fue lo que nos compartió en 2015:

“Tengo un grupo que se llama Mucho Indio (…) Aquí en Mucho Indio yo voy más como buscando la espiritualidad de esta música, y no tan jazzero, es más minimalista, mucho más sencillo armónicamente, menos complejo. Voy buscando el brillo, que no pierda el brillo, porque eso es una música que hace brillar. Entonces no hay solos, muy poquitos solos de improvisaciones porque eso está lleno de ego, ¿no? No tiene que ser así, pero me incomodaba, en el resultado finalmente fui descartando los solos.”  

Teto Ocampo

↳ Escucha AQUÍ el álbum completo de Mucho Indio. 

Mientras escuchábamos su música, le contamos a Teto que algunos temas de Hombre de barro y de Mucho Indio nos remontaban a la India, y que quizá había un juego de palabras precisamente entre “indio e india”, a lo que él nos respondió: “¿Qué es lo que más en común tienen Hombre de Barro o Mucho Indio con la música de la India? No es la música, ni la melodía, no es el mismo ritmo, es el propósito, se parecen en el propósito, que no es como el de la música occidental que está cada vez más desdibujado, no parece ser espiritual el propósito (…) Las canciones de los indios son para hacer invocaciones, no para tocar ahí cualquier cosa, entonces en eso se parecen”. 

En este punto, Teto nos contó que, además de su herencia cumbiambera, el setenta por ciento de su archivo personal eran músicas de África, India, Turquía, y Mongolia; sonidos no occidentales. Y en medio de todo ello: el jazz. Para él era muy importante enfatizar que Bogotá era una vanguardia del jazz: “mucha gente haciendo una música muy única, aquí pasa una cosa tremenda y la gente no sabe”. Para él, Bogotá tenía una escena de jazz muy superior a lo que se puede encontrar en otras ciudades jazzistas en el mundo: “Siempre que doy una entrevista digo eso, porque me interesa que la gente sepa. Aquí hay un problema de educación.”Los jazzistas bogotanos hacen alquimia con su música a partir de la experimentación sobre canciones indígenas o folclóricas, produciendo o “liberando” caminos creativos. En este espacio intercultural urbano, el minimalismo y la búsqueda espiritual son el puente entre diversas tradiciones musicales.  Más allá de la armonía, los ritmos, los estilos, los géneros, Hombre de barro y Mucho indio  exigen al oyente una experiencia que excede la escucha, una experiencia sensorial que nos habla de lenguajes no humanos. Así nos dijo:

“La música de las plantas de poder, por ejemplo, eso no está en los libros, eso solo se puede haciendo música y tomando plantas. Creo que hay mucha gente que está haciendo música nueva, música muy increíble aquí, que yo creo que está haciendo esa música porque ha tomado yagé, el caso de Toro, de Urián, de Héctor Buitrago, gente que está en la ceremonia, que sabe qué es una ceremonia y para qué la gente está en una ceremonia tomando plantas. Uno toma plantas para sanarse, y la música que hace después de sanarse es compartir esa sanación y sanar también al resto. Entonces ese es el tema, a la hora de la verdad es la sanación. Y ya. La música puede sanar. Si la música puede sanar, para mí, la música debe sanar. Osea, yo no quiero hacer música que enferme, como por qué querría… Entonces hago lo posible por hacer eso, hacer música que sana.”

Teto Ocampo

A través del legado musical que nos dejó Ernesto “Teto” Ocampo, podemos hacer un viaje por el mundo y percibir cómo todo está conectado desde el sonido. Uno de los gustos del músico precisamente era grabar los ambientes que se encontraba en sus viajes: “El amanecer es buenísimo porque cantan los pájaros y uno se da cuenta de la diferencia tremenda que hay entre un sitio y otro”. Así, a través de la música de la vida, aprendemos a percibir y reconocer el territorio que habitamos como humanas; el gusto está en hacer música que  resuene con esos espacios sonoros

De la música al territorio y a la identidad, al final de nuestra entrevista, Teto nos regaló una reflexión más allá de la música, que toca la creatividad en todos sus poros y direcciones, así como la identidad colombiana y latinoamericana en toda su herida y su futuro. Hablando de la lucha de los pueblos originarios de la Sierra Nevada de Santa Marta, y de cómo han sabido resistir, pero también dialogar con el colono, nos dijo: 

“… yo me comprometí hace como diez años a recuperar el territorio sagrado, no solo el de la sierra, sino entonces ahora meditando qué es el territorio sagrado. No es solamente la sierra nevada de santa marta y esas fincas.El territorio sagrado es la música, es el sonido, o no solo el sonido, sino lo que hay detrás del sonido, osea ese propósito espiritual. ¿Cuál propósito espiritual si es que no sabemos? Ah, pues tiene que recuperar muchas cosas, los idiomas, el concepto, el tejido, el alimento, la medicina, la ley universal, el derecho, la familia, la vida en comunidad, la maloca, el mamo, el liderazgo político del mamo. Por ahí la música quedó con su porcentaje justo. Entonces la música que yo hago, hace eso, porque yo estoy comprometido con esa causa, que es una causa política, filosófica, histórica, y la música es el lenguaje. Entonces yo hago música que es política aunque no tiene que hablar. Esa política es el nuevo mestizaje. Es el reverso del mestizaje. Aquí hubo mestizaje biológico, pero no hubo mestizaje cultural. Los españoles violaron a las indias, y a los hijos los obligaron a vivir como españoles, pero españoles de segunda, no los dejaron entrar en la casa, entonces, yo estoy haciendo el nuevo mestizaje, basado en el respeto, en el poder de juntarse, de juntar dos cosas… ”

Teto Ocampo

Nos quedamos con esa invitación, Teto, la de recuperar el territorio espiritual; la de crear músicas, tejidos, poemas, películas, diálogos que nos ayuden a recordar quiénes somos y quiénes podemos ser. Ese es el gran acto político. 

Gracias, hermano, y buen camino hacia el brillo. 

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Sobre los entrevistadores

Sara Ríos Pérez estudió literatura en la Universidad Javeriana y actualmente estudia la maestría en Desarrollo Territorial Rural en Flacso Ecuador.  Creadora de Espacio POTENTA, plataforma de promoción de la escritura para mujeres de a pie. Cocreadora de la campaña: ¡Hay algo de lo que tenemos que hablar y la biblioteca es el lugar!  Ha trabajado como promotora de lectura y escritura. Es autora de De lo Imaginario a lo Real: Cuentos y leyendas de Montes de María, y coautora de Voces que caminan territorios, una investigación sobre el derecho a la comunicación en el Suroccidente colombiano. 

Juan Guillermo Sánchez Martínez nació en Bakatá/Bogotá, en los Andes colombianos. Coordina la antología y exhibición multilingüe en línea Siwar Mayu, Un río de colibríes. Ha publicado varios libros de poesía, entre ellos Uranio (Japón, 2023). Juan trabaja en la encrucijada entre el arte, la literatura y la ciencia indígenas. Recientemente coeditó con Gloria E. Chacón y Lauren Beck el volumen de acceso abierto Pluriversos de Abiayala. Tendiendo puentes entre los Estudios Indígenas e Hispánicos (Amherst College, 2024). Es Profesor Asociado en el Departamento de Aprendizajes Indígenas de la Universidad Lakehead (Thunder Bay, Canadá).

Un jam universal. Teto Ocampo © Sara Ríos y Juan G. Sánchez Martínez ~

Siwar Mayu, Mayo 2024

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