Sangre de tabaco. Javier Jayali

Sangre de tabaco © Javier Jayali. Común presencia, 2023

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Javier Jayali es originario de Cota (Kundurmarka, Colombia). Es escritor y promotor de lectura, escritura y oralidad. Estudió literatura en la Universidad Nacional de Colombia. Dirigió el taller de creación literaria Tejedores de historias en la Biblioteca Pública Municipal de Cota, proceso con el cual publicó las antologías poéticas Cota se cuenta en copla (2020), Cuerpos y palabras (2021) y Senderos, resiliencias y otros espejos (2022). Desde el año 2018 dirige Fiba we, una casa de pensamiento para la investigación y pedagogía de prácticas comunitarias. Es fundador de la Red de literatura de Cota (2020 – 2023), y del grupo de música andina Sikuris del Majuy (2018 – 2023). Es sembrador, gestor cultural y líder comunitario. La siguiente selección de poemas proviene de su libro Sangre de Tabaco, un volumen único en la literatura reciente, producida en la sabana de Bakatá/Bogotá, el valle fértil de los cóndores, el territorio ancestral muisca.

Kusmuy (Casa de pensamiento)

La tormenta
la lluvia
el animal
todo tiene su silla y su avidez
su movimiento y su palabra
en la casa de pensamiento.
El duelo
la sanación
la enfermedad
todo tiene su historia, su hombro
-eco-
su purga para la vida y su derecho al silencio.
Tiene también su límite
su soledad invencible, la confusión
su entendimiento imposible.
En algún lugar alguien busca
reparación
acercamiento y lugar,
el linaje común de campo,
una canta de la vereda y la cercanía del cerro.
Alguien busca existir
busca su nombre espiritual
su clan de pez o lombriz
y el sentido de su grieta.
Alguien busca hogar para sus visiones
y bastón para la intuición.
Todo busca la fragua secreta
para mostrar su cortejo
y su mortaja,
el bálsamo febril
para hacer su primera danza,
el rincón fértil
para compartir el aislamiento.

Hay una puerta abierta
la madera extiende sus brazos
y la hoguera palpita como lengua de tambor.

Bienvenidas, bienvenidos,
a este resquicio de lo finito
que siendo tan solo
cumbre de paja sobre estantillos
ha sido por muchos sueños
un compendio del cosmos
breviario del amanecer
y una biblioteca de los fuegos.
Está abierta la casa de pensamiento.

Hoska (Rapé)

Calma
el tabaco tiene espíritu de colibrí

el tabaco tiene espíritu de colibrí
se acerca con el canto cernido y su plumaje de pol-
vo.
Cruza la nariz como ráfaga y aurora
trae presente
-eco, zumbido-
y su aleteo poliniza la mente.
Recorre el cerebro
amansa las voces
que acechan como ángeles
y el pasado alivia
y el futuro espera.
Una grieta se reforesta con su vacío.
El cuerpo siente su propio tiempo,
limpia.

Caminar sentado

Es el tronco de un árbol
mi antepasado
es su sueño un asiento
para caminar sentado.

Con el cuerpo sentado
y la mente caminando
soy una veta de madera
y apéndice de la tierra.
Y soy
con el poporo
con la cona y el chumbe
o el huso en la mano
-y sin ellos-
con el pecho brillante
recogiendo estrellas y silencios.

Soy también
con la mirada astillada
las piernas talladas de várices
y la lengua forjada;
con la tristeza arrugada
y con rabia,
soy sobre un butaco
(extensión de la carne)
frente a un fuego,
con el corazón sentado
y la sangre corriendo.

Entero o en pedazos
toda y todo soy
si tengo espacio para hablar
para confiar o callar,
tocar un acorde o gritar,
porque tengo cuerpo y lugar
mi alma, asiento.

Soy, tal vez,
-sobre un pensadero cósmico
chupando tabaco
contando una historia
o sufriendo-
vestigio del árbol
acción del pensamiento.

Garganta

Mucho tiempo guardó
un fuego podrido;
largas noches
fue atizado en sus paredes
un tubérculo encendido,
sol de la muerte
que devoró las amígdalas
y abortó el viento.
Allí
en las vetas ensangrentadas,
la palabra,
la palabra pirita
la palabra obsidiana
la palabra magma.
¿La palabra?
-tímida, taimada, temida-
fue fósil preservado
en urnas volcánicas.
Aguardó mucho tiempo
como la estrella
que mientras arde, muere
que mientras muere, nombra.
Así la parió el bosque,
inconsciente, abatida.
La garganta
fue el cráter
-extendido y vencido-
al cual el colibrí
ofrendó polvo y semilla de tabaco:
medicina del aire,
bálsamo del verbo.

Esquejes de fuego
hoy rebozan el volcán.

Dosel de aves

Tengo en las vértebras
un dosel lleno de aves
cuyos cantos son presencias,
lúcidas o terribles
que anidan y forrajean.

Se agolpan luego en el pecho
a veces todas
a veces ninguna
y estas,
las que no emergen
que no migran por las venas,
o bien son frutos del árbol
o abstractas,
también enferman.

En vilo
han muerto muchas
temblorosas de espera;
algunas persisten
su plumón se hace aire
su latencia, idea.

Siempre esperan
que de la boca se extienda
la antigua liana celeste
que ata el tiempo y el mundo:
acaso una pregunta, una respuesta
una hoja y un esfero,
una copla,
el silbido de la quena.
Siempre…
la savia de la coca y el tabaco
que las muestra y las libera.

La piedra del confieso

Primero el permiso en la montaña
con el alma descalza, sin ideas puestas.
Ofrendo hilaza y amero, recuerdo el sendero.
Busco la piedra del confieso
hablo con ella:
parezco el primate que recién bajó del árbol
pero también algo semejante a la espora del helecho.
Y vengo de nuevo, como he venido antes
vengo a entregar, a dejar alimento al cerro
a retornar al mundo sin peso.
Quiero bajar liviano,
caminando sentado, con la mochila vacía.
Vuelvo.

El camaleón andino se desliza entre grietas.
El águila paramuna cruza frente a la piedra.

El sueño del fuego

El sueño muestra
restos
de lo que no ha sucedido
de aquello que no ha sido
nombrado todavía
y sin embargo existe.

El humo parece
sueño del fuego,
el fuego sueña.
Sueña con una casa abierta
con manos untadas de greda
con espigas
y lechuzas
y wiphalas al atardecer.

Si hay palabra, el fuego descansa.
Si hay silencio, danza.

Las preguntas parecen
sueño del pensamiento,
El pensamiento sueña:
“¿Qué fuego necesito?
¿La llama alta que encandila o que libera?
¿El fuego medio que observa y contiene
o aquél que lento desfallece?
¿La brasa que somete el anhelo a un gran letargo
o aquella que apacigua los soles al morir la noche?”

Amanece
el humo abraza los rayos de luz.
El fuego sueña
lo que soñó el anciano:
“existe otra existencia”.

Equinoccio

Llega el tiempo de siembra
y cae la semilla del agua.
Se abre el puño del universo
y vuelve la lluvia con su palma extendida.
Nos pondremos la pluma del pájaro
y esperaremos nacer de nuevo.
El sol nos esperará
mientras subraya su analema eterno.
Estaremos allí
y sabremos que hemos dicho lo que jamás quisimos
decir
que hemos sido injustos con lo viviente
que hemos postergado lo postergado
que hemos visto el río asfaltado,
que nuestros ojos están agotados.

Hemos esperado el nuevo sol.
El día dura lo mismo que la noche
y el despertar dura lo mismo que los miedos.
Haremos un contrato cósmico
y una siembra de propósitos:
pediremos que las voces en nuestra mente descansen
nos daremos tiempo y disciplina
consumiremos lo necesario.
Pondremos las manos en el suelo.
Haremos ofrenda.
El sol del equinoccio nos verá nacer.
Gracias.

Mochila

El cordón y la placenta
que algunas sembraron y enterraron
que a otros nos robaron o perdimos
se hace visible con el hilo en las manos
un hilo que crea su historia sobre sí mismo
como el anillo del árbol
como el mito
como la historia del campesino.

Los hilos y colores
se anudan
se hacen mochila
tejen lo visible,
los recuerdos y lo tangible.
Hacia adentro tejen el vacío
el espacio y la forma
lo invisible:
una fosa en la tierra
la memoria para el recuerdo
y un interrogante:
qué se quiere cargar y cuánto se puede cargar
para pasar por la tierra
sin tener un origen.
La mochila es una placenta
unida a su cordón umbilical.

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