“Un jam universal”, Teto Ocampo

Ernesto ‘Teto’ Ocampo. Fotografía de Carlos Solano.

Ernesto “Teto” Ocampo. In memoriam (1969-2023)

Texto y entrevista © Sara Ríos y Juan G. Sánchez M.

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Los grillos y las cicadas despiertas en la noche, las semillas acompañando el ritmo de la selva, y de pronto una flauta dulce, el aliento de los hombres vibrando dentro de la caña, esa música que nace del anhelo de acompañar la vibración de la tierra, la percusión de la selva Amazónica. Estas son algunas imágenes que atraviesan a quien escucha por primera vez “La llamada”, el primer tema del álbum “Copoazú” de Hombre de barro, de los músicos colombianos Ernesto “Teto” Ocampo, Urián Sarmiento y Juan Manuel Toro. No hay partitura para seguir este ritmo paleofuturista, solo la improvisación, el silbido, la intermitencia, el soplo. 

El proyecto Hombre de barro fue el que nos llevó a entrevistar a Teto, en su casa del barrio La Candelaria en Bogotá a mediados de junio de 2015. Nuestra intención entonces era publicar la entrevista ese mismo año con una reseña del álbum, pero nunca nos sentamos a organizar el material. Quizás entonces no alcanzábamos a entender las ideas que Teto nos estaba compartiendo. Pasaron los años y Teto falleció en 2023. Hoy recobramos la grabación de la entrevista y compartimos y comentamos algunos fragmentos en este homenaje de Siwar Mayu a Teto Ocampo y Hombre de barro

Teto era compositor, arreglista, e intérprete de la guitarra y la flauta sharu. Tanto para el lector que recién conoce la obra de Teto Ocampo, o para quien lleva años disfrutando sus proyectos, al final es su música la que mejor explica quién era este músico de Río de Oro, César (Colombia): del folclor colombiano de La Tierra del Olvido de Carlos Vives al jazz paleofuturista de Hombre de Barro y Mucho Indio, pasando por el rock tropical de Bloque de Búsqueda y la cumbia electrónica de Sidestepper

↳ “Hasta siempre Teto” es un homenaje de Carlos Vives a su amigo

Teto Ocampo era también, o sobre todo, un improvisador, como lo enfatizó en nuestra entrevista: “Cuando uno improvisa, solo puede tocar lo que toca, lo que sabe tocar”. Para Teto, en el arte de la improvisación, el sonido es libre, se conecta con el instante, como si una voz le estuviera dictando al músico lo que sigue. Teto improvisaba, según nos explicó, no solo sobre escalas, sino sobre modos y fraseos; improvisaba como dejándose llevar por un río, improvisaba “jugando música”, no “tocando música”. 

Es justamente la improvisación la que inspira el álbum “Copoazú” de Hombre de Barro: “básicamente somos unos amigos músicos –nos dijo–, buenos músicos, quienes gustan de tocar juntos (…) Nosotros somos músicos de la música. Somos improvisadores. Eso nos viene en gran parte del jazz.”. En el año 2013, Ernesto “Teto” Ocampo, Urián Sarmiento y Juan Manuel Toro se reunieron para tocar juntos en la selva: “Nos fuimos una semana, estuvimos en una maloca, eso es como la civilización (…) después nos fuimos a la mitad de la selva, donde no hay nada y organizamos allí un campamento con un estudio de energía solar, entonces podíamos grabar y grabamos muchas tomas de muchas cosas, muchas horas, todos los días, durante una semana.”

↳ AQUÍ Puedes escuchar el álbum “Copoazú” de Hombre de Barro 

El álbum se grabó con la ayuda de Wuapapura Music Stream Earth, quienes cuentan con un estudio móvil solar para grabar en espacios naturales, y con la Fundación Raíces Vivas, un proyecto que trabaja con las comunidades indígenas del trapecio amazónico, quienes facilitaron el diálogo intercultural y los permisos para el encuentro con la comunidad tikuna de Puerto Nariño (Amazonas, Colombia). Sobre el resultado, Teto reflexionó en la entrevista: “Nos sorprende eso que suena ahí. Ni nos acordamos que tocamos eso. Muchas fueron improvisaciones, digamos, inspiradas en ese ambiente que había (…) Más que un intercambio, son los músicos encontrándose con la selva (…) El hecho de estar ahí y tocar fue una performance espiritual”. 

Cuando uno escucha “Copoazú”, uno queda con muchas preguntas, como por ejemplo, cómo fue la decisión de emprender ese proyecto, o cuáles eran las motivaciones de los músicos. Esto fue lo que Teto nos compartió: “Interesante eso de ir y hacer música con el jaguar. Hacer música con la guacharaca y todos esos pájaros e insectos. Fue super lindo. Cuando entramos en trance con ellos, era increíble. En las noches era tremendo”. La inmersión en la Amazonía fue precisamente un encuentro con la música que hay en la cotidianidad de las comunidades de la selva. Además del batir de las alas, o de la fricción de las patas de las chicharras, algunas canciones de “Copoazú” cuentan con el contrapunto de canciones tikuna, interpretadas por Doña Alba Lucía, específicamente relacionadas con la cosecha del chontaduro (cuando se va a buscarlo, cuando se corta, cuando se prepara), y con la semilla del huito, de donde se extrae la pintura corporal. 

Como se puede ver en el video preparado por Wuapapura (ver abajo), antes de internarse en la selva, los músicos trabajaron toda la noche rayando el huito. Con su jugo, la abuela tikuna les pintó el cuerpo, y les entregó sus clanes.  “Es como untarse un mango”, nos dijo Teto riendo. El clan de Teto era la hormiga, según nos contó. A medida que va pasando el día, la pintura se va poniendo oscura, hasta que por la noche es “negra negra”. Según nos explicó Teto: “Eso se hace para entrar a la selva. Eso se hace para protegerlo de las plagas, y así la selva lo reconoce a uno. Si uno no tiene una actitud espiritual y de respeto, la selva lo puede matar, escupir…”

↳ Este video fue producido por Wuapapura, y reúne algunas imágenes durante la grabación de Copoazú en Puerto Nariño. 

¿Cómo cambia la vida después de una semana en medio de la selva?  ¿Qué queda, qué imágenes, qué sonidos, qué pensamientos? Esto fue lo que nos dijo:

“Cambia la vida… solo queda agradecer. No ser nada, una hormiga más en ese mar verde. Uno aquí también [en Bogotá] es todo independiente, anda solo por ahí, no le importan los amigos. No, allá no, si uno se pierde, se queda solo, no…, allá lo mejor es poder estar con los amigos. El fuego, por ejemplo, se vuelve muy importante. Muchos aprendizajes.” 

Teto Ocampo

¿Existía algún concepto antes de grabar?, esa era otra de las preguntas que traíamos, a lo que Teto nos aclaró que la música que escuchamos en el álbum es el producto de lo que emergió junto con el ambiente sonoro de la selva. Unas canciones nacieron allá y otras se construyeron con arreglos y partituras que llevaban de la ciudad. En ambos casos, los sonidos de “Copoazú” parecen imitar los sonidos de la selva o, por lo menos, entrar en el mismo ritmo. Así lo explicó Teto:

“Ese era el ejercicio que íbamos a hacer. Nosotros estamos conscientes de que el universo está haciendo música todo el tiempo. Cada minuto hay una música, y uno puede atraparla. La música va pasando por aquí, por la vida, entonces todo lo que hay, un señor que martilla, la campana de la iglesia, el perro que pasó. Hay unas cosas que se oyen más fuerte que otras, el martillo se oye más fuerte, el perro tiene unas almohaditas en las pies y ahí camina, pero también está sonando, solo que uno no lo alcanza a oir así de golpe, pero el perro va a un ritmo que necesitó porque allá hay una cosa, el otro señor va a un ritmo que necesita porque allá no sé qué, aquí paró la buseta y entonces pita el del otro lado, y así todo conectado. Y aparte de eso, no es solo el sonido, es todo, es la paz, el amor, la luz, la tranquilidad, la inseguridad, son oleadas cósmicas que no están solo en la tierra, ¿no? Y eso es un poder tremendo de curación si uno logra entrar en este ritmo. La música es esa posibilidad de curarse, y de curar al resto. Y esa es la manera, haciendo que uno pueda entrar, y que la gente pueda entrar en ese jam universal.” 

Teto Ocampo

El día que entrevistamos a Teto, le había llegado el archivo remasterizado del segundo disco de Mucho Indio, otro de sus proyectos colectivos. Al finalizar la entrevista, nos dejó con su música y, ahora que lo pensamos, quizás fuimos algunos de los primeros en escuchar el álbum. Está inspirado en las músicas ancestrales de los pueblos Ikv, Wayuu y Nasa, y salió con partituras y escritos paleofuturistas; la metodología que usaba Teto.

Esto fue lo que nos compartió en 2015:

“Tengo un grupo que se llama Mucho Indio (…) Aquí en Mucho Indio yo voy más como buscando la espiritualidad de esta música, y no tan jazzero, es más minimalista, mucho más sencillo armónicamente, menos complejo. Voy buscando el brillo, que no pierda el brillo, porque eso es una música que hace brillar. Entonces no hay solos, muy poquitos solos de improvisaciones porque eso está lleno de ego, ¿no? No tiene que ser así, pero me incomodaba, en el resultado finalmente fui descartando los solos.”  

Teto Ocampo

↳ Escucha AQUÍ el álbum completo de Mucho Indio. 

Mientras escuchábamos su música, le contamos a Teto que algunos temas de Hombre de barro y de Mucho Indio nos remontaban a la India, y que quizá había un juego de palabras precisamente entre “indio e india”, a lo que él nos respondió: “¿Qué es lo que más en común tienen Hombre de Barro o Mucho Indio con la música de la India? No es la música, ni la melodía, no es el mismo ritmo, es el propósito, se parecen en el propósito, que no es como el de la música occidental que está cada vez más desdibujado, no parece ser espiritual el propósito (…) Las canciones de los indios son para hacer invocaciones, no para tocar ahí cualquier cosa, entonces en eso se parecen”. 

En este punto, Teto nos contó que, además de su herencia cumbiambera, el setenta por ciento de su archivo personal eran músicas de África, India, Turquía, y Mongolia; sonidos no occidentales. Y en medio de todo ello: el jazz. Para él era muy importante enfatizar que Bogotá era una vanguardia del jazz: “mucha gente haciendo una música muy única, aquí pasa una cosa tremenda y la gente no sabe”. Para él, Bogotá tenía una escena de jazz muy superior a lo que se puede encontrar en otras ciudades jazzistas en el mundo: “Siempre que doy una entrevista digo eso, porque me interesa que la gente sepa. Aquí hay un problema de educación.”Los jazzistas bogotanos hacen alquimia con su música a partir de la experimentación sobre canciones indígenas o folclóricas, produciendo o “liberando” caminos creativos. En este espacio intercultural urbano, el minimalismo y la búsqueda espiritual son el puente entre diversas tradiciones musicales.  Más allá de la armonía, los ritmos, los estilos, los géneros, Hombre de barro y Mucho indio  exigen al oyente una experiencia que excede la escucha, una experiencia sensorial que nos habla de lenguajes no humanos. Así nos dijo:

“La música de las plantas de poder, por ejemplo, eso no está en los libros, eso solo se puede haciendo música y tomando plantas. Creo que hay mucha gente que está haciendo música nueva, música muy increíble aquí, que yo creo que está haciendo esa música porque ha tomado yagé, el caso de Toro, de Urián, de Héctor Buitrago, gente que está en la ceremonia, que sabe qué es una ceremonia y para qué la gente está en una ceremonia tomando plantas. Uno toma plantas para sanarse, y la música que hace después de sanarse es compartir esa sanación y sanar también al resto. Entonces ese es el tema, a la hora de la verdad es la sanación. Y ya. La música puede sanar. Si la música puede sanar, para mí, la música debe sanar. Osea, yo no quiero hacer música que enferme, como por qué querría… Entonces hago lo posible por hacer eso, hacer música que sana.”

Teto Ocampo

A través del legado musical que nos dejó Ernesto “Teto” Ocampo, podemos hacer un viaje por el mundo y percibir cómo todo está conectado desde el sonido. Uno de los gustos del músico precisamente era grabar los ambientes que se encontraba en sus viajes: “El amanecer es buenísimo porque cantan los pájaros y uno se da cuenta de la diferencia tremenda que hay entre un sitio y otro”. Así, a través de la música de la vida, aprendemos a percibir y reconocer el territorio que habitamos como humanas; el gusto está en hacer música que  resuene con esos espacios sonoros

De la música al territorio y a la identidad, al final de nuestra entrevista, Teto nos regaló una reflexión más allá de la música, que toca la creatividad en todos sus poros y direcciones, así como la identidad colombiana y latinoamericana en toda su herida y su futuro. Hablando de la lucha de los pueblos originarios de la Sierra Nevada de Santa Marta, y de cómo han sabido resistir, pero también dialogar con el colono, nos dijo: 

“… yo me comprometí hace como diez años a recuperar el territorio sagrado, no solo el de la sierra, sino entonces ahora meditando qué es el territorio sagrado. No es solamente la sierra nevada de santa marta y esas fincas.El territorio sagrado es la música, es el sonido, o no solo el sonido, sino lo que hay detrás del sonido, osea ese propósito espiritual. ¿Cuál propósito espiritual si es que no sabemos? Ah, pues tiene que recuperar muchas cosas, los idiomas, el concepto, el tejido, el alimento, la medicina, la ley universal, el derecho, la familia, la vida en comunidad, la maloca, el mamo, el liderazgo político del mamo. Por ahí la música quedó con su porcentaje justo. Entonces la música que yo hago, hace eso, porque yo estoy comprometido con esa causa, que es una causa política, filosófica, histórica, y la música es el lenguaje. Entonces yo hago música que es política aunque no tiene que hablar. Esa política es el nuevo mestizaje. Es el reverso del mestizaje. Aquí hubo mestizaje biológico, pero no hubo mestizaje cultural. Los españoles violaron a las indias, y a los hijos los obligaron a vivir como españoles, pero españoles de segunda, no los dejaron entrar en la casa, entonces, yo estoy haciendo el nuevo mestizaje, basado en el respeto, en el poder de juntarse, de juntar dos cosas… ”

Teto Ocampo

Nos quedamos con esa invitación, Teto, la de recuperar el territorio espiritual; la de crear músicas, tejidos, poemas, películas, diálogos que nos ayuden a recordar quiénes somos y quiénes podemos ser. Ese es el gran acto político. 

Gracias, hermano, y buen camino hacia el brillo. 

Mas sobre Ernesto Teto Ocampo, Hombre de Barro, y Mucho Indio

Sobre los entrevistadores

Sara Ríos Pérez estudió literatura en la Universidad Javeriana y actualmente estudia la maestría en Desarrollo Territorial Rural en Flacso Ecuador.  Creadora de Espacio POTENTA, plataforma de promoción de la escritura para mujeres de a pie. Cocreadora de la campaña: ¡Hay algo de lo que tenemos que hablar y la biblioteca es el lugar!  Ha trabajado como promotora de lectura y escritura. Es autora de De lo Imaginario a lo Real: Cuentos y leyendas de Montes de María, y coautora de Voces que caminan territorios, una investigación sobre el derecho a la comunicación en el Suroccidente colombiano. 

Juan Guillermo Sánchez Martínez nació en Bakatá/Bogotá, en los Andes colombianos. Coordina la antología y exhibición multilingüe en línea Siwar Mayu, Un río de colibríes. Ha publicado varios libros de poesía, entre ellos Uranio (Japón, 2023). Juan trabaja en la encrucijada entre el arte, la literatura y la ciencia indígenas. Recientemente coeditó con Gloria E. Chacón y Lauren Beck el volumen de acceso abierto Pluriversos de Abiayala. Tendiendo puentes entre los Estudios Indígenas e Hispánicos (Amherst College, 2024). Es Profesor Asociado en el Departamento de Aprendizajes Indígenas de la Universidad Lakehead (Thunder Bay, Canadá).

Un jam universal. Teto Ocampo © Sara Ríos y Juan G. Sánchez Martínez ~

Siwar Mayu, Mayo 2024

“La danza es mi vocabulario”, Barbara Kaneratonni Diabo

“La danza es mi vocabulario”, Barbara Kaneratonni Diabo © 

Juan G. Sánchez Martínez

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Barbara Kaneratonni Diabo es parte de la nación Kanienkeha:ka, y de la comunidad de Kahnawake, la cual se ubica al frente de lo que hoy se conoce como Montreal, al otro lado del río Kaniatarowanenneh (la gran vía navegable), conocido por su nombre colonial como el río San Lorenzo. Barbara es coreógrafa, bailarina y directora de la compañía de danza-teatro A’nó:wara, donde crea obras que fusionan perspectivas indígenas sobre la historia de Canadá con danza powwow, Haudenosaunee, contemporánea y estilos como el hip-hop, y el ballet. Barbara estudió teatro en la Universidad de Concordia, y en la Escuela Native Theatre. En 2015, fue una de las ocho bailarinas invitadas a participar en la primera competencia de danza con aros, en el marco de la Reunión de Naciones (Gathering of Nations) en Nuevo México, el powwow más grande de la Isla Tortuga (Norteamérica). Barbara también colabora con varias organizaciones, incluidas La Danse sur les route du Québec e Indigenous Performing Arts Alliance, con las que facilita espacios educativos interculturales, y apoya a los artistas indígenas en todo Canadá. 

Mira aquí su performance en el powwow de la Universidad de McGill en 2017

Conocí a Barbara Kaneratonni Diabo en la Casa Larga de Kahnawake en el verano de 2023, en una reunión intercultural con artistas y educadores kanienkeha:ka (mohawk). Como parte de las invitadas, Barbara compartió una de sus danzas con aros, y también un corto: Smudge (“Limpia”). En el otoño de este mismo año nos volvimos a encontrar virtualmente para conversar un poco sobre su perspectiva sobre la danza y de esta manera compartir su experiencia con los lectores de Siwar Mayu

“La danza puede conmover a las personas en muchos niveles diferentes, no solo a nivel intelectual, tú sabes, cómo al leer un artículo. También puede conmover en un nivel emocional e incluso en un nivel espiritual (…) La danza es mi vocabulario, el vocabulario donde yo me siento más segura, por eso entre más palabras, más movimientos aprendo, y puedo mejor expresar las cosas. Estos diferentes vocabularios también pueden ser interpretados por más personas, ¿me entiendes? Por eso es que me gusta mezclar muchos estilos…”

Barbara Kaneratonni Diabo

Como se puede ver en su presentación de 2017 en la Universidad de McGill  (ver arriba), en la danza con aros convergen la coordinación y la técnica con el color y el latido, todo ello en medio del movimiento circular del cuerpo y las historias. Antes de presenciar su danza en Kahnawake, Barbara nos advirtió que era probable que cada uno de los presentes tejiera una historia distinta, o por lo menos identificara diferentes seres y escenas del mundo natural. En efecto, la danza con aros es narrativa y permite la simultaneidad de tiempos y espacios: una mariposa, una canoa, la cosecha, una madre cargando a su hija. Y en ese espacio sugerente, si bien hay una conexión con los ancestros y con el territorio, Barbara me aclaró que en el momento del performance ante una audiencia intercultural, su intención se distancia de la ceremonia misma, aunque a veces algunos aspectos de la ceremonia alcanzan a intervenir en el performance.

“Me he encontrado con personas a las que les gustaría mantener la danza powwow separada de otros tipos de danza, lo cual respeto. Para mí, hay valor en mantener esa forma más pura. También pienso que es importante evolucionar porque creo que todas estas danzas vinieron de su entorno en un tiempo específico. Y tú sabes, ¿donde comenzó ese tiempo? ¿Dónde terminó ese tiempo? ¿Es solo un intervalo de 100 años o de 500 años? ¿Quién sabe, verdad? No sabemos. Así que, para mí, solo estamos continuando lo que siempre hemos hecho, que es crear nuestras danzas a partir de nuestro entorno en nuestra experiencia como personas indígenas”.

Barbara Kaneratonni Diabo 

En esta transformación de las expresiones culturales de los pueblos originarios –como me explicó Barbara–, las nuevas generaciones pueden encontrar un arte con el cual se identifican y de esta manera pueden recibir “la tradición” desde un contexto dinámico. La danza de Barbara es también una herramienta poderosa para romper con los estereotipos que clasifican “el arte indígena” como “folclor”, pues estas danzas son, a un mismo tiempo, arte contemporáneo y milenario. Eso queda claro en el corto Smudge (“Limpia”).

Choreographer and dancer: Barbara Kaneratonni Diabo. Director: Pepper O’Bomsawin Music: “New Women Song” by Cris Derksen featuring Jennifer Kreisberg. Dancer and additional choreography: Marshall Kahente Diabo. Director of photography and promo photo: François Léger Savard. Editor and colorist: Eric Morel.

En medio de la pandemia global, en ese tiempo de aislamiento social, Barbara tuvo la idea de esta pieza, la cual oscila entre el cine, la danza y la sanación intergeneracional. En las caminatas en el bosque que se ubica detrás de su casa, ella empezó a sentir la necesidad de bailar con el territorio, y de reconectarse con los árboles y los insectos a través del movimiento de su cuerpo. Una parte del corto, ocurre allí. La otra parte ocurre en el Museo McCord, justo en una exhibición titulada “Wearing Our Identity” (“Vistiendo nuestra identidad”), donde Marshall Kahente Diabo –el hijo de Barbara– intenta a su vez reconectarse con las piezas y los trajes exhibidos, los cuales se muestran inalcanzables al otro lado de los cristales y los escaparates.  

“… uno de los temas en este corto es que cuando no podemos acceder a nuestra cultura, y cuando ya no podemos acceder a nuestra tierra, ¿qué significan nuestras creencias, prácticas y ceremonias? Si no puedes acceder a ellas, tú sabes, entonces puedes atravesar por muchas emociones. ¿Pero qué significa esto? Por eso al tener nuestros trajes, nuestra cultura detrás de los escaparates, adentro, no afuera, me pareció el lugar perfecto.”

Bárbara Kaneratonni Diabo

El contraste entre el museo y el bosque, el hijo y la madre, el adentro y el afuera, el olvido y la memoria, es poderoso. Y en medio de esa aparente contradicción, ambos danzantes dialogan entre sí y sostienen una visión intergeneracional: quizás la certeza de que todos somos uno con la naturaleza, y de que todo está en movimiento, incluso la tradición, o la savia del árbol o los átomos mismos –como me recordó Barbara. Al final de nuestra corta entrevista, le pregunté si tenía algunas palabras de consejo para los jóvenes creadores que acaso algún día van a leer este texto. Entonces me dijo:

“… todos nacemos con talentos, y simplemente estamos en un viaje para descubrir cuáles son. Así que sé auténtico, y entonces habrá un lugar, un lugar importante para ti.”

Barbara Kaneratonni Diabo

¡Fie Nzhinga, Barbara! Gracias. 

Más sobre Barbara Kaneratonni Diabo

Sobre Juan G. Sánchez Martínez

Juan Guillermo Sánchez Martínez nació en Bakatá/Bogotá, en los Andes colombianos. Coordina la antología y exhibición multilingüe en línea Siwar Mayu, un río de colibríes. Como poeta, es autor de Uranio (2023), Bejuco (2021), Salvia(2014), Río (2010), y Altamar, este último galardonado en 2016 con el Premio Nacional Universidad de Antioquia (Colombia). También es autor del estudio Memoria e invención en la poesía de Humbeto Ak’abal (Abya-Yala, 2012), y coeditor de las antologías Muyurina y el presente profundo (Pakarina/Hawansuyo, 2019), Mensaje Indígena sobre el Agua(IWFWP, 2014), así como de números especiales sobre literaturas indígenas en Diálogo (DePaul University, 2019 y 2016), y Revista Canadiense de Estudios Hispánicos (2015). Actualmente coedita junto con Gloria E. Chacón y Lauren Beck el volumen Abiayalan Pluriverses. Bridging Indigenous Studies and Hispanic Studies (Amherst College, 2023). Es profesor asociado del Departamento de Estudios Indígenas de la Universidad de Lakehead (Thunder Bay, Canadá). 

Animando Narrativas Cheroqui – Joseph Erb


Por Juan G. Sánchez Martínez

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A principios del siglo XXI, la animación no era la primera opción para los artistas indígenas. En realidad, cuando Joseph ᎧᎾᏘ Erb (Nación Cheroqui) condujo de Oklahoma a Filadelfia para realizar sus estudios de posgrado en Bellas Artes en la Universidad de Pensilvania, quería formarse en escultura. Sin embargo, unos días antes de su llegada, hubo un accidente en uno de los estudios y el programa que le interesaba fue cancelado. Como Erb no sabía exactamente qué hacer, algunos profesores le sugirieron animación. Mientras aprendía este nuevo arte, alguien le preguntó: “¿Por qué no intentas animar historias cheroqui?”. Esto fue a principios de la década de 2000, y esa pregunta abrió una puerta a través de la cual Joseph Erb ha refinado su estética sobre narrativas tradicionales, elevando la animación indígena a otro nivel. “The Beginning They Told / ᏗᏓᎴᏂᏍᎬ ᎤᏂᏃᎮᏓ” (“El comienzo que ellos narraron”) fue la primera animación cheroqui en tsalagi -la lengua cheroqui. Desde esa producción, Joseph Erb ha ampliado el uso de tsalagi en la tecnología, el cine y la educación. Actualmente, Erb enseña Narración Digital y Animación en la Universidad de Missouri.

En “The Beginning They Told / ᏗᏓᎴᏂᏍᎬ ᎤᏂᏃᎮᏓ” (“El comienzo que ellos narraron”), el Abuelo Castor, la Pequeña Escarabajo de Agua, y el Gran Zopilote trabajan más o menos juntos para crear lo que hoy llamamos en los Estados Unidos los Montes Apalaches y las Montañas Rocosas. No es solo el uso de tsalagi y su silabario lo que hace cheroqui a este corto animado, sino la forma en que los mayores-personajes hablan respetuosamente entre sí y se sienten cómodos con sus largos silencios. Además, en estas historias se comparten pequeños fragmentos de una cosmología propia, como la relevancia de los números 4 y 7, o las referencias a lugares específicos donde la comunidad cosecha plantas medicinales. Como explica Erb, no todos los públicos prestan atención a estos detalles, y la animación indígena, por ejemplo, a veces es catalogada como “ficción” o “mito” en los festivales de cine. Sin embargo, Erb prefiere llamar a su arte “narrativas tradicionales”, porque –como sugiere el título de ese primer corto animado– estas historias aún son contadas, vividas y seguidas por algunos miembros de la comunidad. En este sentido, estas animaciones no tratan sobre seres sobrenaturales, sino que son representaciones contemporáneas de historias –con múltiples versiones– que enseñan a caminar “de la manera correcta” (duyuktv, en tsalagi) aquí y ahora.

Cuando le preguntas a Joseph Erb sobre los desafíos de su quehacer, tiene muchas historias. La animación indígena no se trata solo de diseños y estética, sino también de tener las herramientas, los recursos y la tecnología adecuados. Por ejemplo, el software, la aplicación o el programa que se utiliza debe ofrecer el teclado con el silabario e incluir las fuentes adecuadas para representarlo. Esto requiere establecer relaciones con grandes empresas como Google, Apple o Microsoft. Una vez que tienes la tecnología, no se puede olvidar que la fuente del silabario tiene que ser aprobada en algún momento por la comunidad, ya que la versión digital (que vemos en este escrito por ejemplo) es diferente a la fuente de 1820 a la que están acostumbrados las generaciones de los mayores. Ahora, después de todas esas negociaciones –trabajo extra, por cierto– tanto con las empresas de tecnología como con la comunidad, digamos que ha llegado el momento de compartir tu trabajo. Si la voz en off de la animación está en tsalagi, entonces tú esperas que las personas que no hablan tsalagi se involucren con los subtítulos en español o inglés, lo que es una dificultad para ciertas audiencias. En esta encrucijada, el arte de Erb ha encontrado la forma adecuada de representar las narrativas cheroqui entre diversos códigos, canales y audiencias. Como me dijo Erb, los ancianos con los que trabajó en “The Beginning They Told / ᏗᏓᎴᏂᏍᎬ ᎤᏂᏃᎮᏓ” (“El comienzo que ellos narraron”) estaban realmente entusiasmados con la posibilidad de ver al Gran Zopilote representado por primera vez en este nuevo código. “Un par de mayores me motivaron a animarlo”, me dijo Erb riendo.

La primera animación de Joseph Erb con la que me topé fue “Mni Wiconi / Water is Life” (“El agua es vida”), una pieza “artivista” dedicada a los protectores del agua en la nación sioux Standing Rock. El gobernador de esa comunidad, David Archambault II, guía la animación con un mensaje claro en voz en off. Los uniformes negros sobre un horizonte rojo en el que las vallas rasgan el territorio se yuxtaponen a los búfalos rojos y negros que corren libres por las grandes praderas. ¿Cómo puede un artista representar adecuadamente el hecho de que 31 millones de búfalos fueron sacrificados en algún momento de la historia como una estratagema de los colonos? Montañas de calaveras blancas de búfalo llenan la pantalla para que la serpiente/tren –metáfora del progreso y el extractivismo en todo Abiayala– pueda cruzar. En lugar del ritmo de los cascos de los búfalos sobre la tierra, de repente solo podemos escuchar excavadoras. Todos los pueblos y todas las naciones, dirigidos por mujeres, protegerán el agua para las generaciones futuras. NO al oleoducto Dakota Access.

Cuando le pregunté a Joseph Erb sobre su visión para el futuro de la animación y el diseño indígenas, estaba entusiasmado con las posibilidades de indigenizar las “estructuras narrativas” con esos sabores únicos con los que el territorio y la comunidad pueden aderezar la creatividad. “Una estética robusta basada en el territorio” fue el consejo de Erb para los diseñadores más jóvenes. Uno de sus últimos proyectos es Trickster, una aplicación-videojuego para teléfonos en la que el jugador conduce la travesía de un joven que está rescatando palabras en tsalagi dentro de un bosque. Entre obstáculos y efectos visuales (digamos la corteza de un árbol tatuada con diseños precolombinos del estilo Mississippi, o el inframundo modelado con los diseños de las cestería tradicional), cada vez que el jugador toca una palabra, recibe como premio el privilegio de escuchar uno de los hermosos idiomas de los primeros pueblos de las montañas Apalaches, el tsalagi.

Trickster. Una una aplicación-videojuego gratuita creada por Joseph Erb

Más sobre animación Indígena y Joseph Erb

Sobre Juan G. Sánchez Martínez

Creció en Bakatá/Bogotá, en los Andes colombianos. Dedica tanto su escritura creativa como académica a las expresiones culturales y saberes indígenas de Abiayala. Coordina Siwar Mayu, un río de colibríes. Su libro de poesía, Altamar, recibió el Premio Nacional Universidad de Antioquia, Colombia, en 2016. Sus últimos trabajos: Bejuco (Poesía, 2021), Muyurina y el presente profundo (Pakarina/Hawansuyo, 2019); y “Cine, Literatura y Arte Contra el Extractivismo en América Latina”. Dialogo 22.1 (Universidad DePaul, 2019). Actualmente es profesor asociado de Lenguas y Literaturas, y Estudios Indígenas y Nativos Americanos en la Universidad de Carolina del Norte Asheville.


nila northSun. Instantáneas

Nila Northsun, de ascendencia Shoshone-Anishinaabe, nació en Shurz, Nevada y se crió en la Bahía de San Francisco. Completó su licenciatura en arte en la Universidad de Montana-Missoula. Algunos de sus volúmenes de poesía son Diet Pepsi y Nacho Cheese (1977), Small Bones, Little Eyes (1981, con Jim Sagel), la antología A Snake in Her Mouth (1997), y Love at Gunpoint (2007). En 1980, Northsun también publicó After the Drying Up of the Water: A Tribal History of the Fallon Paiute-Shoshone. En 2000, Northsun recibió el Premio Silver Pen Amigos de la Biblioteca de la Universidad de Nevada, y en 2004 recibió el Premio de Literatura Indígena ATAYAL. Actualmente vive en la reserva indígena Stillwater en Fallon, Nevada, donde trabaja como redactora de becas y proyectos. Nila ha compartido los siguientes poemas con Siwar Mayu. Si bien “Falling down to bed” y “The coat” son poemas conocidos dentro de su obra (ver el video abajo), aquí es la primera vez que se traducen al español. Los otros cuatro poemas son inéditos. Un tono conversacional, íntimo y sarcástico se mantiene a lo largo de la poética de Northsun. Sus versos cuestionan las ideas románticas sobre la indigeneidad a través de viñetas cotidianas en la reserva. 

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carro de la reserva * 

siempre es una cosa 

o la otra 

carburador este mes 

radiador quemado el siguiente 

llantas lisas por supuesto 

pintura descolorida y capa brillante resquebrajada 

por no tener garaje 

una grieta tan larga en el parabrisas 

que te da miedo de meterlo 

en uno de esos lavaderos automáticos 

con esos cepillos gigantes giratorios 

pero tiene una trenza de pasto dulce 

en el tablero 

un cenicero lleno de salvia blanca 

una pluma de águila colgando del 

espejo retrovisor 

y algún tipo de calcomanía con símbolos indígenas 

en la ventana trasera 

tu viaje está “protegido” 

de todo menos 

de la falla mecánica. 

~~~ 

* Las reservas son territorios designados por los gobiernos de los Estados Unidos y Canadá a ciertas naciones y comunidades indígenas, principalmente las que firmaron tratados con la corona inglesa o con el gobierno de Washington. Es decir, todavía hay comunidades que viven en territorio no-cedidos a los colonos. Debido a los desplazamientos forzados durante la expansión colonial (como en la década de 1830), muchas comunidades tuvieron que dejar su territorio ancestral, y reubicarse a la fuerza en estas reservas. Hasta el día de hoy su soberanía es limitada, en tensión con el gobierno federal o estatal (Nota de los traductores)

cayendo sobre la cama 

yo acostumbraba mirar con asco 

a esos indios tirados por ahí 

sobre la tierra o el pasto 

perdidos de borrachos 

sus cuerpos ensuciando 

las plazas del pow wow * 

o los parques de la ciudad 

acostumbraba mirar sus cuerpos tronchados 

echados al sol del mediodía 

durmiendo aun donde 

habían caído 

pero una una vez 

fui al 49 

después del pow wow 

y me emborraché toda hecha mierda 

y me puse somnolienta 

y caí sobre la tierra del estacionamiento 

se sentía bien 

la tierra estaba limpia en la oscuridad 

las estrellas vibraban arriba 

el aire de la noche era acogedor 

“levántate levántate” me dijeron 

“no no déjenme acá 

quiero dormirme acá” 

afortunadamente me metieron en 

un coche 

o yo hubiera sido 

el indio borracho que alguien miraba 

con asco 

al menos ahora 

cuando los veo 

entiendo.

~~~ 

* El pow wow es una fiesta comunitaria y ritual que celebran algunas comunidades indígenas del norte de Abiayala (las Américas). Ritmos, bailes, cantos e historias se recuerdan durante varios días. Es tiempo para socializar, reencontrarse con familiares, amigos, y conocidos de comunidades vecinas (nota de los traductores).

El abrigo 

su abrigo colgado en el armario 

el abrigo que usaba 

en funerales 

y comparecencias en la corte 

ese abrigo oscuro y sombrío 

esperando su regreso 

como nosotros 

nunca entendiendo realmente 

sus largas ausencias 

en la cárcel 

o simplemente de fiesta en otra ciudad 

con otra mujer 

y los días se convirtieron en años 

hasta que lo único que nos quedó 

fueron fotografías descoloridas 

y su abrigo en el armario.

Mira a nila northSun leyendo en inglés “The Coat” (“El abrigo”), “Falling Down to Bed” (“Cayendo sobre la cama”), y “The Art of Living Poorly”

Cásate conmigo o me suicido 

Tenía este amigo 

desde la prepa 

que veía quizás 

una vez cada 5 años 

era parte de la comunidad 

y la última vez que lo vi 

ya en sus 40s 

me dijo que quería estar casado a los 50 

pero no con una mujer blanca 

como las solía atraer 

sino con una mujer de la comunidad 

así cuando estuviera en ceremonia 

ahí estaría su mujer indígena 

esperándolo 

trayéndole comida 

haciéndolo sentirse orgulloso 

si no me he casado me dijo 

para cuando cumpla 50 

me voy a suicidar 

¿entonces… 

serías mi esposa?

walmart 

finalmente helo ahí 

al otro lado 

de la autopista 

ubicado sobre nuestro territorio ancestral 

nuestra pobreza se ha acabado 

recibimos todos los impuestos adquiridos por las compras 

a parte del alquiler del terreno 

es un hecho 

nuestra tasa de desempleo 

bajará 

una abuela te saluda a la entrada 

su cabello blanco resplande 

ante el azul de su 

delantal de walmart 

me sonrie y 

dice “bienvenida a walmart” 

el salario mínimo es 

mejor que nada. 

Envoltorios de medicina. Para cheri 

Mientras nos sentábamos alrededor de la mesa haciendo 

Pequeños envoltorios amarillos de tabaco, cedro, 

Y salvia blanca atados con un hilo rojo para ayudarle a ella 

A pasar en paz 

Hablábamos de cómo ella era 

la primera entre nosotros en averiguar cómo es la muerte 

¿Es ir al cielo y conocer a dios? 

¿Reencarnarse en otra cosa? 

¿La nada? 

¿Habrá fantasmas y espíritus? 

¿Se convertirá ella en energía que flota 

con los dinosaurios? 

¿Se juntará con las estrellas en el universo? 

Y entonces la de 10 años dijo: “qué suertuda”.

Más sobre Nila NorthSun

http://nativeamericanlit.com/northSun.html

Sobre Los Traductores

Juan G. Sánchez Martínez nació en Bakatá, en los Andes colombianos. Dedica su escritura creativa y académica a las expresiones culturales de los pueblos indígenas y a sus modos de estar en el mundo. Su libro de poesía, Altamar, fue galardonado en 2016 con el Premio Nacional de la Universidad de Antioquia en Colombia. Su último libro de poesía es Bejuco (Edición de autor, 2021). Actualmente es profesor asociado en los departamentos de Lenguas y Literaturas, y Estudios Indígenas en la Universidad deCarolina del Norte Asheville. 

Felipe Q. Quintanilla es profesor asistente de Estudios Hispánicos en Western University (Ontario, Canadá), donde su investigación y docencia abarcan una amplia gama de temas y géneros como: la historia oral de la posguerra salvadoreña; género y sexualidad en el cine y la literatura latinoamericanos contemporáneos; la representación de los latinxs estadounidenses en los medios populares de comunicación; así como la traducción literaria español-inglés. Sus trabajos creativos se han incluido en varias antologías impresas y en línea. Fue coeditor del Mensaje Indígena de Agua (2014), antología trans-indígena que reúne pensamientos, versos, cuentos, poemas y reflexiones desde perspectivas ancestrales sobre el agua.


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