Mikhu Paul. Tres poemas de “Powwowlandia del siglo 20”

Mikhu Paul (1958-) es una poeta Wolastoq que vive en Portland, Maine, EEUU, donde ejerce también como educadora, artista y activista. De ascendencia multirracial, es una ciudadana del Pueblo indígena de Kingsclear, en Nuevo Brunswick, Canadá. Su antología, 20th Century PowWow Playland fue publicada en 2012 por la editorial Bowman Books y varios de sus poemas han sido publicados en revistas literarias y antologías. Es una artista que usa múltiples técnicas y materiales; sus lienzos han sido expuestos en museos y galerías y han sido subastados para recaudar fondos para obras caritativas.

En sus obras, su arte y su vida, Paul destaca las consecuencias y los abusos del racismo sistémico sobre los modos tradicionales de vivir de los indígenas. Aprendió de las tradiciones ancestrales de su abuelo en la Reserva Indígena de la Isla Penosbscot cerca de Old Town, Maine. Sus reflexiones en palimpsesto sobre el paso del tiempo son sensibles y llamativas, aludiendo a la vez a una asimilación y a una herencia. Los poemas escogidos en esta selección ejemplifican estas características pero el poema más famoso de la colección de 34 poemas de Paul, “Jefferson Street School,” habla de su experiencia personal con la educación de los blancos, la discriminación, la desigualdad social y la diferencia cultural.

Poemas en inglés © Mikhu Paul, 20th Century PowWow Playland (Bowman Books, 2012)

Introducción, selección y traducción al español © Sophie M. Lavoie

Lengua Materna

Niña raptada, extranjera sin nombre.

Su boca ha sido cosida para callarla.

Las canciones, perdidas, en su largo viaje,

años y años, nacimientos y muertes.

Testigo mudo, ¿qué silencio es ese?

Desafortunado deceso, carne y hueso,

lengua con la que convivimos,

esparcida y espolvoreada como polen.

Poseídos, nuestros dientes se aprietan y rechinan,

labios morados chocan y se enrollan, un llanto ahogado:

tuberculosis, disentería, neumonía.

Mil maneras de matar a un ser, y

solo una verdadera manera de salvarlo.

Nuestras palabras, la forma de los sonidos, ya no son conocidas,

enterradas en Carlisle.

Oh, Abuela, ahora estamos errando. 

El mapa ensangrentado, ennegrecido y hecho jirones.

Hablamos una lengua ajena.

Somos fantasmas, espectros persiguiéndonos a nosotros mismos.

Amerindia

Los híbridos erran de México a Montreal, 

bañados en miel, moteados de té.

Sus ojos verdes atraen la luz, brillan,

esquirlas de espejos estrellados.

Ahora tenemos siete años de infortunio, 

primo, siete inviernos de penitencia por lo menos.

Somos, todos nosotros, arrojados al viento fogoso.

Las palabras de la súplica van y vienen,

hojas rojizas caídas de un árbol anciano, 

plumas blancas arrancadas del ala de la paloma.

Ninguna cábala, solo el corazón que late,

acurrucado en esta carne recién hecha, 

latiendo con ritmos ancestrales.

En mil años, ¿de quién será la cara

cautiva que ronda, confinada en el vidrio plateado?

¿Qué nombre le darás, 

a la que tenía tus ojos y, fijamente, te miraba 

mientras el espejo se estrellaba y

el árbol daba luz a esa nueva fruta?

Powwowlandia del siglo 20

En 1920, una celebración del centenario, medidas del tiempo,

conmemorando este momento 

cuando todo cambió.

Una separación, nombrar de nuevo el territorio violentamente amansado.

Repartido y reclamado, colonizado, el estado de Maine.

Dos caras miran fijamente, niños, color sepia, calidad 

de museo, atrapados por las páginas.

El niño y la niña fruncen el ceño frente al ojo de la cámara, 

lente rígido del pasado, arma peligrosa.

Treinta años después de la última gran danza en los Dakotas, 

cuando las balas viajaban más rápido que la luz

que captura a estos dos niños.

Ensamblando fantasmas, los suplicantes sepultaron sus corazones, 

murieron en la tierra helada.

La luz cautiva ciega a estos ojos jóvenes,

expone las sonrisas que son medio muecas.

Ido, el wigwam de abedul,

el tipi hecho con piel de bisonte.

Frente a una tienda de lona, el niño, 

mejillas con hoyuelos untadas de pintura de “guerra,”

está de pie al lado de su hermana, prima.

Una pluma barata cuelga de sus trenzas encintadas.

Los niños posan ahora, 

la pompa reemplaza la guerra.

El lobo es una leyenda, viste

la piel de un perro con correa,

y el ojo frío del guerrero, ahora cerrado, 

mano firme vacía, su grito de guerra

ahora callado en esta foto que se desvanece, 

esta powwowlandia del siglo 20.

Más información sobre Mikhu Paul (en inglés)

Dawnland Voices. Writing of Indigenous New England

Sobre la traductora

Sophie M. Lavoie es profesora del Departamento de Cultura & Estudios mediáticos de la Universidad de Nuevo Brunswick en Fredericton, Canadá (territorio nunca rendido de los Wolastoqiyik o malecitas). Enseña clases de lengua, literatura, cine y cultura. Ha publicado artículos académicos sobre literatura de mujeres centroamericanas y latinocanadienses, entre otros temas, en francés, inglés y en español en varias revistas. Fue cotraductora con Hugh Hazelton de El laberinto vertical de la poeta argentina Nela Rio hacia el inglés, tradujo el libro de poesía Nous sommes les reveurs de la poeta mi’kmaq Rita Joe hacia el francés y acaba de salir Un parcours bispirituel, la traducción al francés de la autobiografía de Ma-Nee Chacaby, una indígena biespiritual cri e ojibwe.


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