Mitos, ritos y petroglifos en el río Caquetá. Fernando Urbina Rangel

Fotografías y poemas originales © Fernando Urbina Rangel

Introducción y selección © Juan G. Sánchez Martínez

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Fernando Urbina Rangel es filósofo, poeta, fotógrafo y educador. Por décadas trabajó en la Universidad Nacional de Colombia donde dirigió cátedras, seminarios y trabajos de investigación sobre mitología comparada, oralidad, arte rupestre, petroglifos amazónicos, y plantas-maestras. Urbina es autor de noventa y cinco artículos académicos, ocho libros, veinticinco exposiciones fotográficas individuales, dos series de televisión educativa, y dos series de radio. Hoy, libros como Las hojas del poder (1992) y Dïïjoma. El hombre serpiente águila (2004) tienen fuego propio; sembrados con mambe y ambil, y cimentados en el arte de la picto-poesía, el arte rupestre, y el rafue (palabra-fuerte Murui-Muina) son publicaciones visionarias que supieron tejer la imagen, la poesía, el ensayo y las-historias-de-antigua, desestabilizando las jerarquías logo-céntricas de los centros urbanos y las universidades en Colombia. En la obra de Urbina, el libro es el árbol de la coca, la biblioteca son las abuelas y los abuelos (como Don José García y Doña Filomena Tejada), y la universidad es el mambeadero o los bailes rituales. Fernando Urbina dialoga con la Gente de Centro (múrui, okaina, nonuya, bora, miraña, muinane, resígaro y andoque), hijos del tabaco, la coca y la yuca dulce, cuyo territorio de origen se encuentra en el interfluvio Caquetá – Putumayo (Colombia). Ellos son los mismos que sobrevivieron al genocidio de la Casa Arana, y hoy continúan resistiendo el asedio de las petroleras, las empresas mineras, el narcotráfico y la guerra civil colombiana.

Afortunadamente, la vitalidad con la que los libros de Fernando Urbina recobraron la palabra, el gesto y el rito de la Gente de Centro, y lo celebraron para la filosofía, la poesía y el arte, abrió senderos para las textualidades y oralituras indígenas en Abiayala. Su trabajo interdisciplinario recordó a varias generaciones que en el río Caquetá, todavía hoy, hay libros de piedra bajo el agua, petroglifos que emergen cuando baja el caudal y que cuentan historias primigenias. También que “el mito es palabra revelada”, no quimera ni anacronismo, sino ese presente que nos sostiene “y en el que hay que demorarse” (Las hojas del poder). 

Las fotografías y textos que componen el video que incluimos aquí abajo hacen parte de la obra MÁS ALLÁ DE LAS MONTAÑAS DE UYUMBE (“San Agustín”), la cual fue patrocinada y exhibida por el ICANH en 2019 (Universidad Nacional) con ocasión del sesquicentenario del nacimiento de Konrad Theodor Preuss, quien fuera el iniciador de la arqueología científica en Colombia. A partir de las ideas del lingüista, arqueólogo y etnógrafo alemán, quien propuso estudiar la religión y mitología de los uitotos en busca de claves para interpretar aspectos de la cultura de San Agustín (Alto Magdalena), esta exposición señala confluencias andino-amazónicas entre las antiguas culturas de las tierras bajas y las de las tierras altas. Es de resaltar que el río Caquetá nace muy cerca (menos de 100 km) del yacimiento del río Magdalena, en el nudo de Almaguer (Macizo Colombiano) donde los Andes se dividen en tres cordilleras. 

Los siguientes fragmentos fueron seleccionados de la exhibición Más allá de las montañas de Uyumbe (“San Agustín”). Asentándose en el lenguaje paradójico de los relatos antiguos de la Gente de Centro, Urbina encuentra una técnica para tejer su propio canasto: la síntesis (Serpiente-Águila, Vigilia-Ensueño, Anaconda-Espiral). Por eso el lector de estos versos/instantáneas notará que los sustantivos aparecen insuficientes, y que el uso del guión o el uso de mayúsculas son estrategias para resaltar la complementariedad. En este imaginario poético, ninguna palabra (vacío, punto, firmeza) tiene solo una cara, pues cada cosa es lo que es y también lo opuesto: el creador es lo creado y viceversa; quien tiene el silencio tiene la palabra. 

Cañón de Araracuara desde El-balcón-del-brujo-de-piedra 

Todo estaba allí y parecía completo;

pero no… nada tenía nombre o historia;

no era aún materia de nostalgia.

Cuando llegó el primordial,

‒ascendiendo los ríos

desde la orilla de la mar inmensa‒

signó el lugar y lo hizo mundo,

lo multiplicó en el mito,

lo recreó en el rito

y le dio los cien rostros del recuerdo.

© Fernando Urbina Rangel

Arquetipos

La tierra

era ancha y sola;

allí todo era blando.

Sol

con sus dedos de luz

fue diseñando,

en el barro orillero de los inmensos ríos,

los seres que poblaban,

tan solo como nombres,

el sueño de los Padres Primordiales.

Al mediodía

calcinó la obra.

Vueltos piedra

los arquetipos quedaron

fijados para siempre.

(Con base en las tradiciones del abuelo Enókayï, de la nación Murui-Muina ‒Uitoto‒)

© Fernando Urbina Rangel

 Cincel y martillo

¿Con qué tallaron su marca en el paisaje,

quienes llegaron primero,

para humanarlo haciéndolo habitable?

Golpe en la piedra con la piedra aguda

y así dejar en piedra algún silencio,

de esos que dicen y duran más que la palabra.

© Fernando Urbina Rangel

 La luz y la sombra

Algo para nombrar el día de los hombres: efímeros.

Algo para nombrar la sombra, la arcaica,

la que precede todo lo que existe.

Piel es la luz sobre la roca oscura;

guarda su entraña la profunda noche.

© Fernando Urbina Rangel

La Dueña-de-los-animales

En su indagar,

los Hacedores cayeron en la cuenta:

Manejemos la forma de la roca.

Esta tiene la traza pavorosa que soñamos

para ser Gerofaikoño, la Mujersapo.

Ella defenderá al animal;

contendora del hombre en la batalla cósmica.

No sea que primen los humanos

y acaben con la casa de todos,

talando selva, envenenando ríos,

matando la semilla de las bestias.

Mariposa

―Abuela –pregunta la nieta–

¿Por qué las mariposas

se paran en la cabeza de las tortugas?

Y la Gran Sabedora,

la Abuela Filomena,

responde:

―Antes, cuando los pieleros

no habían acabado con los caimanes,

las mariposas se posaban

en el banco-decontarhistorias,

el que le regaló Jirayauma al caimán primigenio. 

Fue el pago por ayudarlo a cruzar el río,

cuando escapaba de su esposa,

‒la Mujerjaguar,

         reemplazo de la temible suegra por él asesinada.

Ese banquito quedó en su cabeza.

Allí ellas contaban mitos

‒los del color y del vuelo,

igual a como hace tu abuelo

sentándose en el mambeadero.

© Fernando Urbina Rangel

Cuadrúpedo saltador

Se dice que la palabra jaguar significa

elquematasaltando.

Patrulla un amplio territorio de caza;

equivale al territorio que maneja la gente de una maloca.

Por eso el espíritu del jefe de la tribu,

cuando este muere,

‒si ha sido impecable al velar por su gente‒

quedará como jaguarencantado

cuidando el espacio signado por su tribu.

Es la razón para pedir permiso y hacer ofrendas

antes de entrar a cazar en un lugar desconocido.

© Fernando Urbina Rangel

Serpiente

Soy una línea pero no cualquiera.

Soy tubular como una cerbatana.

Mi diente venenoso hace de dardo;

pero, además, ondulo

y me vuelvo espiral para pensar la vida y la galaxia.

Soy la clave del tiempo porque cambio de piel.

Soy cavadora de túneles acuosos para ir a lo profundo.

Repto sobre la tierra,

trepo por el árbol,

me encumbro a los cielos.

Al devorarme a mí misma soy círculo: soy todo y nada.

“Buena para pensar”

‒hubiera dicho de mí el Etnógrafo‒.

Buena para multiplicar los mundos.

Soy manantial de símbolos.

© Fernando Urbina Rangel

Origen de la humanidad

Padre murió en enero del 78.

Él me había aconsejado

(después de ver mis fotos con el arte rupestre del Inírida):

―Dedícate a las obras que trazara

sobre perennes rocas aquella gente arcaica.

Y fue en febrero,

arriba del raudal de Guaimaraya,

cuando di con el glifo

que bien muestra

cómo una línea almenada se transforma en gente.

Este mitema, igual que su grafema,

se cuenta y representa, en múltiples variables,

a lo largo y ancho de toda la Amazonia.

© Fernando Urbina Rangel

Los cuatro ancestros

Le pregunté al abuelo José García

–mi maestro, gente de féénemïnaa (muinane)–

qué podrían significar los cuatro rostrosculebra

conformando una cruz.

―¡Ajá! –me reconvino.

―Ya deberías saberlo.

¡Eso es maloca!

Y, viéndome confundido, agregó sonriendo:

―Cada uno de los cuatro postes en la maloca

es un ancestropedazodeculebra

Es la manera de tener bien presente nuestro origen.

© Fernando Urbina Rangel

Bailarín

En el aire: el conjuro.

La palabra red.

Y el gesto que interpola

de cada ser el íntimo secreto.

Aquí,

sobre la piedra se trazaron los signos.

Este danzar del gesto…

detenido.

© Fernando Urbina Rangel

Hombres sentados

El Padre

sentado entre el Silencio,

maduraba silencios.

Aún no se inventaba el trueno,

ni el murmullo del viento entre las hojas,

el rugido del jaguar,

el grito de las águilas,

ni la voz como espina del zancudo.

¿Con quién puede hablar el dios?

Entonces, vio su sombra.

Estaba allí, sentada.

Se inventó la palabra y el eco respondió

(el eco que es la sombra del sonido).

―¡Ya tengo compañero! –Exclamó el Padre.

Fue así como los hombres nos formamos.

(Somos la sombra y el eco de un dios).

© Fernando Urbina Rangel

Dos antropomorfos sedentes dialogando

Padre:

hoy que agrego más años que los que tú sumaste,

puedo decir al cabo de casi nueve lustros:

creo haberlo hecho;

no sé si bien,

pero traté de cumplir tu encargo. *

De alguna forma,

seguiremos compartiendo hallazgos

en la corriente circular del diálogo…

Mi sombra pasajera

pronto se volverá una sola con la tuya

y las dos con lo inmenso.

* Ver el poema “Origen de la humanidad”.

 Bogotá- 2019

Más sobre la obra de Fernando Urbina Rangel  y la Gente de Centro 

Arte rupestre amazónico”, Revista Credencial, 2015

Sobre el tejido de Yorema: Kaɨmeramuy / Gilberto López Ruiz: “Mona fueda bibɨrɨ kaɨ niya jȃna uai: diona – jibina uai.”, por Camilo Vargas Pardo y Lina Mazenett

Sobre libro Cultivando la ciencia del árbol de la salud (2019) de Célimo Ramón Nejedeka Jifichíu / Imi Jooi, por Camilo Vargas Pardo

Exhibición Más allá de las montañas de Uyumbe © Fernando Urbina Rangel ~ Siwar Mayu, Agosto 2022

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