“Mona fueda bibɨrɨ kaɨ niya jȃna uai: diona – jibina uai.” Yorema: Kaɨmeramuy / Gilberto López Ruiz

"Yo aprendí a tejer al lado de mi papá, al lado de mi mamá, viendo cómo él le entragaba a mi mamá el canasto, el cernidor para masa seca de yuca, y después aprendí tejidos de otras culturas."

Compilación y comentarios por Camilo A. Vargas Pardo y Lina Mazenett

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Mona fueda bibɨrɨ kaɨ niya jȃna uai: diona – jibina uai. / Tejiendo desde la orilla del cielo

Las palabras aquí consignadas congregan las experiencias de tres personas -Camilo A. Vargas Pardo, Lina Mazenett y Carolina Marín- entorno al diálogo que hemos venido entretejiendo, a partir de inquietudes y trayectorias diferentes, con Kaɨmeramuy, quien se identifica como indígena muina del clan Yoriaɨ o Gente de Ortiga Ponzoñosa. En esta nota evocamos con gratitud sus reflexiones y su voluntad de compartir con nosotros un diálogo orientado por el ambil, el mambe y la caguana, en donde las palabras se hacen tejido. Estos diálogos tuvieron lugar a orillas del cielo, en Mona Fueda, la finca en el resguardo indígena de Leticia, Amazonas, donde él vive. En este texto se cierne entonces un diálogo que discurre y entreteje enseñanzas sobre el cuidado del cuerpo, la familia, las relaciones sociales, la naturaleza, todo en comunión con el plano espiritual. 

Consideramos importante compartir nuestra experiencia con la tecnología del tejido en estos momentos en donde el mundo pareciera desmoronarse. Tejer se ha convertido en una necesidad vital: tejer nuevas relaciones con los otros, es decir, con los seres del bosque, el río, el tapir, la ceiba, la piedra, también con la familia, los vecinos, los cultivos, los alimentos. Tejer para urdirnos en estos nuevos tiempos.

Kaɨmeramuy explica que el tejido se piensa, se siente, se ve y se materializa. Una vez se vislumbra, hay que ir a la selva para sacar y traer los materiales. En la selva se anda con cuidado porque es otro ambiente y está lleno de seres espirituales. Se mira, pero no se toca -advierte Kaɨmeramuy-. Antes de atreverse a tirar de las fibras con las que se va a tejer, hay que pedir permiso a los dueños. Una vez se ha elevado la petición al Padre Creador (Mo Finora Buinaima), se regresa al monte para recoger tan solo lo necesario para la obra visionada. Ahí sí, no es sino ir y recoger lo que se ha pedido. 

Los seres del bosque tienen que reconocerte para que no haya imprevistos, por eso antes de internarse en la selva hay que bañarse en la quebrada, así el agua transporta el humor de la persona por la selva; el olor se impregna en las plantas y cuando éstas florecen se disemina por medio de las abejas y otros animales polinizadores. Entonces, al buscar en el monte los materiales adecuados para un tejido se establecen relaciones de intercambio con los diferentes seres que habitan el bosque. Las entidades de la selva podrán reconocer de este modo a quien entra en sus dominios y no van a resentirse por la intrusión de una presencia extraña. 

Este tipo de cuidados requiere de instrucción y obediencia: la disciplina conforma la base de todo tejido armónico. Una vez en la casa, el tejedor clasifica sus materiales, los va endulzando para que sean maleables, los va enfriando para que no provoquen rasquiña alguna; así, el estado indómito de las fibras que vienen del bosque queda domesticado.

De manera que tejer empieza antes del acto mismo de tejer, el inicio es siempre mucho antes y el final no es. No hay entonces un inicio, solo distintos puntos de partida por donde empezar. El tejido es formación, es una tecnología para desplegar el diálogo y la acción sin saber cuál es el inicio ni el fin, es decir, reconociendo que estamos tejiendo tan solo un punto del centro de esa gran y múltiple existencia. Tejer es organizar el pensamiento, preparar, escoger, acicalar. Tejer es concentrarse. Tejer es cuidar, por ende, es medicina y curación. Tejer es revisar cuidadosamente la relación entre los dedos, la mano, la vista y el corazón. El tejido es atención y paciencia. 

La actividad de tejer permite la evaluación y el cuidado del cuerpo. Y del espíritu. Se teje, se revisa el cuerpo, se recompone, se sana.  “¿Tú cuántas veces al día te miras los dedos de los pies?” -pregunta Kaɨmeramuy-. Con esto nos dice que la práctica del tejido te enseña a revisar el cuerpo cada tanto; cada diez minutos hay que recomponer el cuerpo porque el ejercicio mismo de tejer lo desencaja. Se debe cambiar de actividad, mirar para otro lado, realizar otros oficios. El cuerpo tiende a fatigarse debido al esfuerzo, entonces es menester escucharlo y manejarlo a través de una posición correcta. El resultado es sin duda gratificante, pues en el ejercicio es posible ver la mente, el cuerpo y el mundo a través del tejido. 

Los tejidos son a su vez pantallas, por lo que emiten ondas de luz. Una emanación fuerte, potente y cegadora que revela la fuerza de otro mundo. Dicha luz se filtra hasta alcanzar nuestra realidad. Cuentan que incluso ha dejado ciegos a algunos, por eso los ojos deben salir del hipnotismo del tejido, porque al igual que sucede con las pantallas de los celulares o los computadores, el brillo del tejido puede cegar. Del mismo modo, es importante dejar descansar los ojos, así al mirar de nuevo el tejido se advierte que lo que parecía estar bien, no lo está. Se puede descifrar el error y entonces se puede corregir. El resultado debe quedar perfecto porque es una ofrenda al Padre Creador y, al mismo tiempo, expresión de su obra. Al pensar sucede lo mismo. 

Tejer es una práctica de cuidado del cuerpo. Además, pone en relación diferentes cuerpos. El cuerpo físico se pone a prueba, pues el hipnotismo del tejido puede descomponerlo. El cuerpo emocional se apacigua. El cuerpo espiritual se pone en disposición para materializar en un nuevo cuerpo los dones del Padre Creador. El tejedor instruido escucha los sonidos del bosque en silencio. Así, en la actividad de tejer se afinan los sentidos para percibir la armonía de las voces circundantes. Se agudiza la vista, el olfato, el tacto, el oído. 

Ahora bien, tejer también es una práctica para reconfigurar el entramado social. Entre la Gente de Centro, en la Amazonia, la cestería y la elaboración de tejidos para el procesamiento de la comida entrañan profundos significados sobre el establecimiento de relaciones familiares y sociales, de manera que a través del tejido se conforman alianzas propias del tejido social. Los diseños tejidos de Kaɨmeramuy conmemoran estas dinámicas y refuerzan vínculos del entramado social de la sociedad leticiana contemporánea. En esta foto, el tejido a sus espaldas refrenda un convenio de cooperación entre CAPIUL (Cabildo de los Pueblos Indígenas Unidos de Leticia) y la Universidad Nacional de Colombia, sede Amazonia. Este tejido recuerda una historia en la que el reconocimiento y la integración del indígena a la sociedad colombiana ha estado marcada por la exclusión, pero al mismo tiempo configura una urdimbre a partir de puntos de diseños tradicionales y signos que conforman fechas y palabras en español y muina-murui, con lo cual se manifiesta en el tejido mismo la integración de formas diferentes de producir conocimiento. El tejido, en este nivel, es un discurso de cohesión social para contribuir a repensar una universidad más incluyente. 

En otro nivel, los diseños de los tejidos de Kaɨmeramuy aparecen como manifestación de la dimensión espiritual por medio de su meditación visionaria inducida con plantas de conocimiento, es decir, que sus tejidos representan mensajes encontrados a través de “borrachera” con yajé. La información que viene de esa dimensión espiritual es filtrada por medio del diseño de sus tejidos. Allí se imbrican palabras clave en español o muina-murui con representaciones de seres espirituales (seres alados, figuras antropomórficas y zoomórficas) que a su vez conforman diferentes planos de percepción y de interpretación. Al mirar con atención en algunos de sus tejidos puede aparecer, por ejemplo, la figura del jaguar acechando la mirada extraviada del observador. 

"El tejido que se busca en la parte espiritual es irradiación espiritual. Para entender esto, ya no es humanamente." 

Para concluir, reproducimos al pie de la letra las palabras de Kaɨmeramuy al preguntarle sobre su experiencia con el tejido. A propósito de la obra anterior nos dice lo siguiente:


“Para llegar a este tejido hay que tener el cuerpo muy relajado. Esto viene desde un comienzo, desde la misma formación del cuerpo (tejido del cuerpo), desde la niñez, la juventud, hasta llegar a la edad adulta. Por eso entre nosotros a la medida del crecimiento siempre se hace mucho ejercicio: caminar en el monte, brincar, subir bejuco, saber levantar palos, partir leña, saber sentarse; siempre estar activo en tu cuerpo. También se pone mucha atención en el alimento. Saber cumplir la dieta a la medida del crecimiento. Esto ayuda a relajar el cuerpo. A la edad que tengo yo hago ejercicios que muchos jóvenes y mayores ya no hacen: doblar el cuerpo, hacer rollo, hacer ejercicios abdominales. No lo hacen. ¿Por qué? Porque se olvidaron verdaderamente en la práctica de que la vida de nosotros está en mantener el tejido de nuestro cuerpo a través de estos materiales, para llevar una vida armónica con relación a los materiales de la naturaleza de la que hacemos parte, según nuestro clan nombrado. Eso implica tener relación con la naturaleza viva, apoyados por el Padre Creador a través del elemento de tabaco y coca, y los elementos medicinales que necesitamos en la parte humana. Ya en la parte espiritual no se necesita medicina. Entonces si uno cumple con la medicina y el ordenamiento del cuerpo, trasciende a la parte espiritual. El cuerpo queda como algodón. Trasciende. Y para concluir: uno tiene que estar desapegado, renunciar a la parte material, física y así se fortalece espiritualmente.  

“(…) Aquí yo plasmé todo lo que se dio en las narraciones y está allá en la parte espiritual. Arriba están los dos Majaño (águilas guardianes) que cuidan la casa. En el centro está simbólicamente el origen de la vida: el macho y la hembra, que está representado en el pilón. Abajo está el guardián de los guardianes que se simboliza a través de este ángel. Al lado de él están todos los otros guardianes espirituales llevando unos canastos con todos los elementos que nos dan a nosotros. Abajo en el pie tiene otros guardianes. Y todas esas rayas a distancia toman otra figura. Todo esto encierra a un ser que se llama en lengua de nosotros Jánayari o tigre, todo esto es el Padre Creador. Abajo yo puse en homenaje al linaje de mi madre Toira Buinaima. Alrededor está el símbolo de nosotros. Y atrás están las estrellas. Entonces esto a distancia cambia. Toma otra figura, la figura de un tigre. Concéntrate y te va a hacer ojitos. Todo empieza desde el centro.”    

Sobre los compiladores

Lina Mazenett es artista plástica y especialista en Estudios Amazónicos de la Universidad Nacional de Colombia sede Amazonia. Sus obras, desarrolladas en conjunto con el artista David Quiroga, abordan la interrelación entre los organismos y los recursos de nuestro entorno. Su distribución y re significación a través de la cultura. Tiene experiencia en la práctica artística en contextos específicos. Ha colaborado con organizaciones indígenas desde un acercamiento transdisciplinar. Sus intereses incluyen: la relación entre arte y ciencia, la ecología de saberes, cosmologías indígenas, justicia cognitiva, tecnologías y saberes locales. Actualmente, participa en Unfinished Live, una iniciativa de The Shed, New York City y es becaria del DAAD para el estudio de Master of Arts M.A Art in Context en la UDK Berlín.  Además de su práctica artística, participa como invitada en la mesa redonda en línea organizada por Julie’s Bicycle en asociación con el British Council y el Fondo Acción como parte del programa The Climate Connection.  Ha sido becaria del programa COINCIDENCIA de Pro Helvetia Suiza. En 2018 fue ganadora de la Beca de Artistas Emergentes del Ministerio de Cultura de Colombia y nominada al Programa de Becas y Comisiones CIFO Cisneros Fontanals Art Foundation 2016-2017. Sus trabajos y proyectos han sido presentados en espacios públicos y privados en Latinoamérica, África, Europa y Medio Oriente. https://www.mazenett-quiroga.com/

Camilo A. Vargas Pardo (Bogotá, 1982) es doctor en Estudios Romances Españoles por la Université Sorbonne de París y en Estudios Amazónicos por la Universidad Nacional de Colombia, sede Amazonia, en modalidad co-tutela internacional (2019). En su tesis doctoral aborda las relaciones interdiscursivas entre la tradición oral y la producción literaria de autores indígenas contemporáneos. Se ha desempeñado como docente en varias universidades en Colombia y Francia. Ha participado en diferentes proyectos relacionados con la formación de docentes en ejercicio en el área de lenguaje, así como en proyectos con comunidades indígenas relacionados con la revitalización de lenguas nativas. Ha publicado sus artículos en revistas de Canadá, Francia, Brasil y Colombia.


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