Epupillan / Dos-espíritus. Comunidad/lof Catrileo-Carrión

© Daniela Meliang Antilef

En febrero de 2020, Siwar Mayu se encontró con Antonio Calibán Catrileo y Manuel Carrión en UC San Diego, a donde habían sido invitadxs al Simposio de escritores indígenas y sus críticos, organizado por Gloria E. Chacón. Canto, tejido, poesía se juntaron en su presentación. El mensaje de su tejido fue claro: al desestabilizar la estructura colonial, se hace visible su complicidad con el sistema heteropatriarcal. En esta entrega de Siwar Mayu, compartimos algunos video-ensayos de la la Comunidad Catrileo-Carrión, junto con dos textos inéditos de Antonio Calibán Catrileo, traducidos al inglés por el escritor y amigo Felipe Q. Quintanilla. ¡Gracias por su trabajo, hermanxs!

En palabras de la comunidad Catrileo-Carrión:

En mapuzungun, “epu” significa dos y “pillan”, espíritu, respectivamente. El espectro epupillan, es decir, de personas dos espíritus en contexto mapuche, se excede de las categorías LGBTIQ+, ahí recae su radicalidad porque pone en tensión el dimorfismo sexual (…) Lo epupillan tensiona la noción que tenemos del cuerpo separado del espíritu, le ha perdido el miedo a dejar de pensar en binarios para ser una experiencia radical ante la colonialidad del género, tensionando entonces todo el paradigma colonial de las construcciones identitarias sexo-genéricas, es una provocación abierta a explorar lo diverso, a considerarnos parte del itrofilmongen (biodiversidad).

https://vimeo.com/catrileocarrion
© Daniela Meliang Antilef

Truyuwiyu chiwayantü mew / Nos besamos en la niebla

Podíamos percibir las miradas incómodas de los wentru al vernos juntxs. Yo por andar con las uñas pintadas y vestirme con algunos elementos que la tradición nos diría que solo las zomo podrían llevar eso, con un tono categórico, sin una posibilidad de duda. Durante toda la rogativa tuvimos que lidiar con eso: con las miradas burlonas y desconfiadas. Miradas incómodas por no comprender qué era yo, qué éramos nosotrxs. Hasta que las mujeres mayores, las papay, comenzaron a pedir mi nombre para que saliera a bailar con los hombres, los wentru portadores de la tradición. Quise resistirme por temor al rechazo que me hacían saber una y otra vez. Pero ahí estaba yo, llevando en mi cabeza un muñolonko como lo usan mis hermanas, porque siempre fui una más dentro mi comunidad. Nunca me trataron como ajena, desubicada. Por un segundo pensé en restarme, pero luego sentí el llamado de las papay que volvían a decir mi nombre. Una de ellas dijo que no iba a empezar el choyke purrun si no me sumaba. Por un segundo respiré y contemplé la escena: todas las familias heterosexuales reunidas alrededor del rewe, y en una esquina estaba mi comunidad, aquella conformada por Manuel, Patricia, Consuelo y Constanza. Observé que Consuelo por primera vez había tomado mi kultrun, y tímidamente lo comenzó a tocar. Mis ojos se nublaron de una emoción que nunca antes había verbalizado. Miré fijo a Manuel.

Me uní con esos hombres, aunque yo no olía a masculinidad, sino más bien olía a otra cosa inclasificable. Sabía que no me querían ahí porque estropeaba la puesta en escena de hombres viriles emulando el cortejo de un pájaro. Porque yo precisamente no hacía eso, sino para mí el choyke purrun era un espacio y tiempo para darme el placer de bailar y transitar. Volví a ver a mi comunidad. Ahí estaban mirándome. A ellxs les dediqué ese baile y rogativa. A las parias de la identidad, las sin apellido, las sin rostro, las que nadie quiere acercarse por no saber muy bien nuestros géneros. Y giré en torno al rewe. Cerré los ojos y me enfoqué en esos primeros golpes tímidos que Consuelo hizo con mi kultrun. Su pálpito era delicado, sensible. Distinto al de las papay, que sonaban fuerte y claro, porque eran las guardianas de la tradición. Pero cerré los ojos y difuminé el ruido, poco a poco comencé a sentir que mis latidos se sincronizaban con el ritmo de Consuelo, y le pedí a los espíritus que nos estaban visitando en ese momento, que me borraran la humanidad por ese corto tiempo de ceremonia. Le pedí con cada movimiento de mi cuerpo que todxs vieran mi desborde, que me vieran transitar en la energía de Antükuram. Nuestra empatía se daba en cada giro que hacíamos en el rewe, yo bailaba al ritmo de mi comunidad, pese a no poder tocarnos, ni manifestar nuestro amor públicamente. Nuestro baile no era por la diferencia, más bien era una provocación. La niebla cubrió toda la rogativa, solo podíamos escucharnos y ver siluetas espectrales. Aún así sabíamos que estábamos girando. Saqué a Manuel al baile, me atreví a darle la mano, aunque dijeran que hombre con hombre no se podía. Yo sabía que ningunx de lxs dos era realmente un hombre. Éramos una energía compartida que se dejaba tocar por chiwayantü, la niebla. En ese baile poroso nos besamos sin tocarnos: Manuel, la niebla y yo. Fue un gesto de amor epupillan. A lo lejos pudimos escuchar a Consuelo tocar vívidamente el kultrun. Algo en nosotrxs había despertado.

~

Wentru: hombre

Zomo: mujer

Papay: ancianas

Muñolonko: pañuelo que se ata a la cabeza

Choyke purrun: baile del avestruz

Rewe: altar, espacio ceremonial

Kultrun: tambor mapuche

Antükuram: huevo sin embrión

Chiwayantü: niebla

Epupillan: dos espíritus

“Kizungünewün epupillan / auto-determinación dos-espíritus”, un video-ensayo de la Comunidad Catrileo-Carrión

En Kizungünewün epupillan / Auto-determinación dos-espíritus, la comunidad Catrileo-Carrión explora a través de la imagen y la poesía toda la fuerza de su multiplicidad epupillan. La auto-determinación epupillan cuestiona clasificaciones como “Champurria” (mestizo), “warriache” (mapuche urbano), “homo/heterosexual” y “mapuche”, pues la identidad unívoca y fosilazada son armas coloniales de control tanto de los colonos como de la colonización internalizada. En un prólogo y tres partes, Antonio Calibán, Manuel y Constanza auto-reflexionan sobre cómo las expectativas sobre las clasificaciones étnicas obstruyen la posibilidad de ser, marginando a quienes “no son lo suficiente”, o fluyen entre diversas posibilidades. Mientras un huso gira sobre la tierra, leemos sobre la pantalla: 

Nos han hecho el test de la raza, no encontraron el color que esperaban en nuestras pieles, ni los rasgos ni el pelo, tampoco encontraron en nuestros apellidos el origen o el lof correcto, y nuestra relación no-heterosexual simplemente les incomodó. Nuestra mapuchidad no les pareció suficiente. (4:30)

Performance + Poesía + Video + Ceremonia + Liquen de los menokos + Piedras de volcán dormido = Sanación para el cuerpo, el corazón y el espíritu múltiple. 

© Daniela Meliang Antilef

Anembrionario

Este huevo no viene nada bien, decían. 

Porque no traía feto, no iba a reproducir la vida. 

Aún así celebramos su existencia, 

sin proyectarle la obligación 

de un futuro pensado 

para reproducir la especie. 

Este huevo no está vacío, 

es un huevo que nos llama al presente. 

Es la vida sin la pretensión de algo más. 

Las antiguas papay decían 

que muchas veces las aves daban huevos así, 

y que en general la vida 

en sus infinitas posibilidades 

nos ofrecía este regalo: un huevo sin embrión, 

un huevo de sol que solo trae luz 

y abundancia para quienes lo reciban.

Este huevo no viene nada bien, decían. 

Y crecimos creyendo eso, 

que nosotrxs éramos esa no-vida reproductiva 

vista como defectuosa, incompleta, errada. 

Y así viene una lista enorme de adjetivos: 

puto, somodita, pecador nefando, maricón, hueco.

Y esta energía no reproductiva tiene nombre. 

Tiene tiempo y espacio por donde transitar: 

Antükuram es nuestro newen,

nuestra posibilidad de habitar una vida dislocada 

lejos del complemento hombre-mujer, 

alejada de esa tradición que nos impusieron,

una vida que elige su presente y su abundancia. 

Nunca vacía, nunca pecaminosa.

Hay un mundo lleno de seres como nosotrxs,

somos el ángulo que abre y cierra el círculo.

Recibimos fuerza del sol 

para vencer los prejuicios de nuestra gente,

para quemar con rebeldía el lugar que nos han quitado.

Pero estamos brotando con la fuerza de Antükuram

Y pronto volveremos a danzar sobre nuestros rewe

Para abrirle paso a nuestro tránsito desbordado.

~

Papay: anciana

Antükuram: huevo sin embrión

Newen: fuerza

Rewe: altar, espacio ceremonial

Más sobre la comunidad Catrileo-Carrión

Awkan Epupillan Mew. Dos espíritus en divergencia. Antonio Calibán Catrileo Araya. Pehuén Editores, 2019. (adelanto)

Bitácoras de trabajo de arte colaborativo con comunidades:

Ngoymalayiñ / No olvidamos

Corto sobre el asesinato de Matías Valentín Catrileo Quezada en 2008, a manos de un carabinero del estado chileno. Fragmentos de una entrevista a Catalina Catrileo, hermana de Matías, por un periodista que lanza preguntas incisivas: “Catalina, ¿tú te sientes chilena? ¿Quisieras sentirte chilena o preferirías un estado mapuche autónomo?” La respuesta: “El estado es un ente represor”. La lista de nombres de los asesinadxs en “democracia” es un reconocimiento público a la impunidad.

Famew Mvlepan Kaxvlew / Aquí estoy río herido

Video-ensayo-memoria de Antonio Calibán Catrileo y su decisión radical de auto-determinación al cambiar el nombre de su partida de nacimiento. El apellido de la abuela, el río Mapocho fluyendo, y el wixal/telar son testigos de este desblanqueamiento, en el que no hay una sola forma de vivir la mapuchidad.

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